Lina, una trabajadora interna de origen dominicano, ha dedicado más de nueve años al servicio doméstico en Chiclana, Cádiz. Sin embargo, su experiencia laboral ha estado marcada por la falta de contratos formales. Actualmente, con 62 años, Lina busca un empleo que le permita cotizar para asegurar su pensión futura. Su historia refleja la precariedad que muchas empleadas del hogar enfrentan diariamente.
En una situación similar se encuentra Margarita, una cuidadora colombiana que trabaja sin contrato y teme no tener una pensión en el futuro. Aunque recientemente ha encontrado una oportunidad laboral que le ofrece alta en la seguridad social, su experiencia resalta la necesidad urgente de cambios en el sector.
El Gobierno ha intentado abordar estas preocupaciones con el real decreto 893/2024, que introduce medidas como revisiones médicas y formación gratuita. Sin embargo, muchas trabajadoras consideran que estos avances son insuficientes y demandan una mayor implicación estatal para garantizar sus derechos.
Marisa, miembro del Sindicato de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados (SINTRAHOCU), valora la nueva ley pero critica que no equipara completamente a las empleadas del hogar con otros sectores. La falta de reconocimiento de enfermedades laborales y la voluntariedad de las revisiones médicas son algunos de los puntos débiles señalados.
Además, la implementación de la ley se enfrenta a desafíos prácticos, como la evaluación de los domicilios de trabajo, que queda en manos de los empleadores sin supervisión adecuada. Las exigencias en prevención de riesgos no serán obligatorias hasta 2026, lo que genera preocupación entre las trabajadoras.
Por otro lado, Lorea Ureta, de la Asociación de Trabajadoras de Hogar de Vizcaya, critica la falta de consideración hacia el sector en la elaboración de la ley. La exclusión de cotizaciones previas para el acceso al paro es vista como una discriminación, y se reclama una verdadera voluntad política para abordar estos problemas estructurales.
La pandemia de COVID-19 expuso aún más la vulnerabilidad de estas trabajadoras, muchas de las cuales quedaron sin empleo y sin acceso a prestaciones. Esto impulsó la creación de sindicatos y asociaciones que luchan por sus derechos en diversas regiones de España.
En conclusión, aunque se han dado pasos hacia el reconocimiento de los derechos de las empleadas del hogar, todavía queda un largo camino por recorrer. La creación de una mesa de trabajo con organizaciones del sector es vista como una solución necesaria para lograr una mejora sustancial en sus condiciones laborales.