Intentemos poner algo de luz en las protestas del campo, en Europa y España. Partamos de que tirar piedras a la Guardia Civil, funcionarios que están haciendo su trabajo, no es una opción. Las protestas deben ser siempre cívicas y pacíficas. Ante la coerción, educación.
Según el secretario general de COAG: “la entrada de carne de vacuno desde Sudamérica… podría suponer un lastre para la producción nacional. Lo mismo pasa con el cordero de Nueva Zelanda o la importación de tomates y hortalizas desde Marruecos” Por otro lado también denuncian excesiva burocratización. Hasta aquí razones, que vamos a resumir de forma coloquial: demasiados papeles que rellenar, en especial para conseguir ayudas, y competencia desleal por parte de países externos a la UE al tener “reglas de juego” diferentes y significativamente más laxas en cuanto a exigencias sanitarias, productivas y medio ambientales. No debemos olvidar que se intentó por ley, desde la izquierda española, que agricultores y ganaderos no vendieran a pérdidas y que precisamente las derechas son las que apoyan a los intermediarios y grandes superficies que provocan esta situación. Quédense con este dato pues es revelador.
Insisto hasta aquí, razones. Ahora nos adentramos de lleno en la pestilente y viscosa ciénaga del negacionismo. Otras reivindicaciones atacan, no puedo utilizar otro verbo, directamente a la Agenda 2030 o a la Ley de Bienestar Animal. Y lo hacen desde posicionamientos sectarios, no científicos y mucho menos humanistas. Aquí el hedor a descomposición de la ultraderecha, en sus distintas versiones (PP/VOX) nos deja casi inconscientes. El barbecho, la rotación de cultivos, el mantenimiento de los pastos permanentes existentes o contar con superficies de interés ecológico en las explotaciones no beneficiarán económicamente de forma contundente, pero si lo hará a la tierra, al medio ambiente, a todos los seres vivos, evidentemente a las personas, e incluso en esta norma, como buena reglamentación que se precie, también aparecen excepciones. O sea que estamos hablando del bien de unos pocos, sujetos a condiciones de excepcionalidad, frente al bien común. ¡Juzguen ustedes!
Lo que nadie me podrá negar es que entramos directamente en el “campo” de la política y dentro de él en la “parcela de la siembra cultural” He de reconocer que al menos no solicitan que reconozcamos que la Tierra es plana o que “Zorra” no vaya a Eurovisión. Con respecto a lo primero planetas como el nuestro podrían haber comenzado su historia como esferoides oblongos para ir paulatinamente tomando su característica forma esférica.
En cuanto a lo segundo, si una cantante dice estar defendiendo la libertad de la mujer con su canción me parece descabellado pensar que su intención sea llamar zorras a las mujeres en lugar de pretender denunciar las actitudes machistas que han existido y aún persisten en nuestra sociedad. Aunque lo más llamativo de todo, y que por desgracia nos define, es el hecho de que al hablar de Eurovisión estemos discutiendo sobre esto y no sobre la participación de países cuyos gobiernos están masacrando a un pueblo indefenso a niveles de genocidio y crímenes contra la humanidad.
Si encendemos la tele ya no vemos niños asesinados en Gaza, ni la guerra de Ucrania, ni tan siquiera manifestaciones contra la amnistía, ahora toca tractores y negacionismo. Europa está al borde del abismo ultraderechista con la inestimable ayuda de la injerencia rusa y la insolidaridad de países del norte que prefieren explotar a un campesino de otro continente para que sus peras salgan más baratas. Aunque eso suponga que en el sur de Europa nuestros agricultores tengan que vender a pérdidas. La ausencia de solidaridad de los países del centro y norte de la UE con los del sur, una vez más queda demostrada.
Seamos sensatos y justos, hay que exigir a todos y no solicitar que no cumplamos los europeos, el planeta y nuestros hijos e hijas nos necesitan.
Como defiende Soul Etspes: “La ultraderecha nace del negacionismo y la ignorancia al unírsele la prepotencia”.