Nunca sé ha visto obligado a cerrar desde que abrió sus puertas en el curso 1996-97. Ha tenido que ser una pandemia la que ha obligado a la “iglesia” como se le conoce en la Villa de Martil, ciudad de veraneo a casi treinta kilómetros de la frontera con España, a estar 10 meses en absoluto silencio. Grandes maestros y obstinados alumnos dejaron sus clases para encerrarse; las guitarras y los “quejios” del flamenco arabesco que cada fin de semana deleitaban a toda aquella persona que quisiera compartir una tarde agradable en el centro, se silenciaron al son del confinamiento. El polifacetico centro Centro Lerchundi de Martil se ha ido haciendo de forma progresiva. Planteado como un complejo de propuestas diversas, la Biblioteca Universitaria constituye su principal actividad, inserta en un Centro que se proyecta como una realidad intercultural, donde participan estudiantes y profesores voluntarios de diversas nacionalidades.
Su objeto es la promoción y el fomento del diálogo, el debate o los encuentros entre jóvenes y colectivos de esta parte de Marruecos.
Francisco Maldonado, Paco, es el gestor de este proyecto y nos atiende virtualmente el mismo día que ha reabierto las puertas la biblioteca del Centro Lerchundi de Martil.
¿Qué ha supuesto el cierre de la biblioteca y la cancelación de todas las actividades que la Fundación Lerchundi estaba realizando antes de declararse el estado de emergencia en Marruecos?
Nosotros decimos que el COVID y sus consecuencias representan todo lo contrario al espíritu lerchundino. Los Centros Lerchundis son espacios abiertos que quieren acoger a tod@s, lugares de encuentros que viven y experimentan la interculturalidad, donde la presencia de las personas es fundamental. El cierre ha interrumpido la vida comunitaria, las relaciones humanas, las actividades socioculturales donde primaba la cercanía y la accesibilidad con todos. Una de nuestras últimas actividades, el encuentro de Guitarristas del domingo 8 de marzo congregó a más de 80 personas, en un ambiente familiar, festivo y juvenil, y así era todos los domingos. Para el sábado 14 ya no pudimos celebrar la V Jornada Cultural Asiática, donde iban a participar numerosos estudiantes de Malasia, Indonesia o Tailandia, que estudian en la Universidad Abdelmalek Essaadi. Son acciones que no responden a ninguna política cultural, ni de cooperación, ni se encuadran en un determinado proyecto o programa, son acciones que nacen desde la base, del contacto con los jóvenes, con el mundo universitario, con los colectivos que quieren dinamizar la sociedad y plantear nuevas iniciativas.
¿Cuáles son esas actividades y cómo es la vida en el Centro de Martil?
La vida es nuestro Centro es bastante imprevisible, aquí siempre decimos que no hay dos días iguales, además siempre se está incorporando gente nueva, la acogida es marca de la casa, aunque a veces nos pueda crear problemas. De estos encuentros y contactos surgen ideas, proyectos, acciones, algunas con bastante recorrido y arraigo. Hay desde luego actividades clásicas, que siempre están ahí: la biblioteca, los cursos de lenguas y talleres de formación, el cine fórum, donde participan personas de diferentes procedencias, otras como la ludoteca están teniendo mucha fuerza, gracias al trabajo importante de las voluntarias marroquíes. En los últimos años se ha trabajado muy bien con un programa amplísimo de tertulias, donde hay una gran colaboración de voluntarios hispano marroquíes, un espacio para el análisis y el debate. También estamos potenciando las Jornadas Interculturales, donde profundizamos en las diversas culturas presentes: España, Marruecos, África, Hispanoamérica y Asia. Son muchos los años que desde el Centro tratamos de sensibilizar a nuestro entorno sobre el tema de las migraciones y el drama de los migrantes, organizamos Círculo, encuentros, debates, vídeofórum, testimonios… Teneos también un club deportivo que organiza actividades con los jóvenes y estamos comprometidos en favorecer espacios de diálogo interreligioso, especialmente el islamo cristiano. En nuestro Centro también procuramos vivir el espíritu ecuménico, pues la comunidad evangélica se reúne en uno de los salones y colaboramos con ellos.
¿Cuál es el componente humano que está día a día trabajando en Martil?
La Biblioteca es atendida por tres martileños, dos chicas jóvenes universitarias y un chico, Hicham, que lleva con nosotros toda la vida, forma parte de la historia del Centro. Después hay un nutrido grupo de profesores voluntarios de diversa procedencia: Marruecos, España, África subsahariana, Hispanoámerica y Asia, de donde suelen venir jóvenes japoneses y en este curso tenemos a una china. En la ludoteca son jóvenes martileñas las que se ocupan, y en las tareas culturales e interculturales suele tener bastante peso el voluntariado extranjero. Los Encuentros de guitarristas fue una iniciativa de una chica rusa y ahora es un proyecto musical muy consolidado, animado por jóvenes aficionados a la música, procedentes de distintas ciudades del norte de Marruecos.
¿Cómo ha reaccionado el grupo ante esta Pandemia y cómo ha afectado al Centro el cierre de la frontera?
Al principio de la pandemia todos estábamos desconcertados y muy preocupados, la comunidad lerchundina se disgregó y ha sido una larga travesía por el desierto. Estamos tratando de volver a coger fuerza, de encontrarnos, sentíamos la necesidad de vernos de nuevo en el Lerchundi, es verdad que la fe nos sostiene y nos da alas, la esperanza siempre asoma en el horizonte. El cierre de la frontera nos impide estar con nuestros amigos de Ceuta, que colaboran con nosotros, y supone un problema para mantener nuestra ayuda humanitaria en Martil. Para mucho de nosotros, españoles y marroquíes que vivimos en esta zona, el cierre nos impide acceder a otros servicios y actividades, que ahora echamos de menos.
Francisco hace esta ultima reflexión sobre los objetivos del centro
El Centro va a cumplir 25 años de vida y desde que abrió sus puertas ha ido creciendo de forma progresiva, incorporando siempre a gente nueva y propuestas renovadas. En todo este tiempo creemosque ha querido ser fiel a la idea que Monseñor Peteiro tuvo desde el principio, un Centro para cultivar y promocionar a los jóvenes, que se sientan protagonistas de sus vidas, y contribuyan al crecimiento y desarrollo humano de la sociedad. Nosotros, que no hemos nacido en Martil pero que nos consideramos uno más de este pueblo, creemos que nuestra misión es acompañar a sus gentes, ser testigos de sus vidas y tratar de ayudar en todo lo posible e incluso más allá, pues como dirían los idealistas del 68 “seamos realistas y luchemos por lo imposible”.
Para volver a abrir las puertas la dirección del centro ha diseñado un protocolo COVID que según nos cuenta su director “será de obligado cumplimento” por parte de usuarios, voluntarios y profesorado. El uso de mascarillas, la distancia social y la señalización de los puntos de entradas y salidas al centro, entre otras medidas, serán de estricto cumplimento por parte de todas las personas que deseen ingresar para realizar las distintas actividades que puede ofrecer el centro dada las actuales condiciones de restricción que el gobierno de Marruecos ha impuesto para tratar de frenar la pandemia.