La solución que le ofrece Servicios Sociales es pagarle el primer mes de un piso de alquiler, pero ningún propietario quiere una inquilina sin nómina y no encuentra trabajo para poder seguir pagando a partir del segundo mes. Esta mujer lleva desde enero en el recurso habitacional de la Ciudad instalado en el Tarajal y hoy, previsiblemente, se quedará en la calle junto a su hijo de 13 años
El cierre de las naves del Tarajal, recurso asistencial habilitado el pasado mes de mayo tras la crisis migratoria, dejará en la calle a más de 40 personas sin recursos. Es el caso de Fatima, -nombre ficticio ya que quiere guardar el anonimato por ser víctima de violencia de género y temer que su maltratador la encuentre- que junto a su hijo de 13 años no tienen dónde ir una vez cierren la nave donde lleva viviendo desde el 14 de enero de este año.
Esta familia no llegó en mayo. Ella es trabajadora transfronteriza en Ceuta desde 1999, aquí se casó y tuvo a su hijo, que sí tiene nacionalidad española, mientras que Fatima cuenta con el permiso de residencia. Fue derivada desde Servicios Sociales a las naves del Tarajal tras sufrir un desahucio en el mes de enero, que relata como uno de los momentos más difíciles de su vida.
Aún así, cuenta que en estas naves ha sido muy bien tratada por los trabajadores y trabajadoras de Cruz Roja, y su situación se había estabilizado mientras seguía buscando trabajo y un sitio en el que poder vivir. Ahora, tres meses después se queda de nuevo en la calle y sin una alternativa habitacional para ella y su hijo. La Consejería le ha ofrecido pagarle la entrada y el alquiler de un piso, pero sin un trabajo ni encuentra propietarios dispuestos a alquilárselo ni se puede permitir pagar las rentas a partir del segundo mes.
Tampoco tiene derecho a ninguna prestación ni puede recibir atención como víctima de violencia de género porque la orden de alejamiento ya terminó. Sin embargo, ella sigue ocultándose del padre de su hijo, «¿qué quieren, que haya otra orden de alejamiento?», se pregunta sin entender porqué desde la Ciudad no le ofrecen ningún tipo de ayuda.
Asegura que no puede volver con el que fue su marido porque «era muy violento» y que todavía no le ha comunicado a su hijo, que durante esta mañana está en el colegio ajeno a lo que sucede, que tienen que dejar las naves. «Mi hijo me dijo que si yo me quedaba en la calle él se quedaba conmigo, porque tampoco quiere volver con su padre», cuenta Fatima, «pero todavía no le he dicho nada, solo que voy a ir yo a recogerlo al colegio».
Como la historia de Fatima, muchas más se encierran en esta nave, donde hay 7 mujeres, dos niños, personas dependientes y con graves problemas de salud. Un hombre de 66 años, que padece de una difícil enfermedad, también se quedará en la calle y los que lo conocen temen por su vida. «No puede sobrevivir solo, en una semana en la calle moriría«, advierten.