Cada mes, un grupo heterogéneo de personas se reúne en la Plaza de la Constitución para denunciar la vulneración sistemática de derechos que sufren las personas migrantes y para reclamar un viraje en las políticas migratorias de los países desarrollados, sobre todo de los que forman parte de la Unión Europea
Precisamente, en este Círculo de Silencio del mes de marzo, es la UE la que queda retratada en el manifiesto que se leyó a última hora de la tarde de este miércoles. El recrudecimiento de la crisis de refugiados que comenzó con la guerra de Siria y que se ha convertido en el mayor éxodo desde la II Guerra Mundial, vuelve a poner de relieve la crueldad y la falta de humanidad que existe en las fronteras del «primer mundo«. Desde el Círculo se ha pedido que se respete el derecho a solicitar asilo en Grecia y en Hungría, así como la «libre circulación» por Grecia de personas refugiadas que pretendan desplazarse hasta «Europa central«.
La «acogida» en la UE
Además de la falta, no ya de vías seguras para estas personas sino de la intención de crearlas -no hay actualmente ningún país perteneciente a la UE que esté trabajando en este sentido-, la Unión Europea tiene otra deuda crónica con las personas migrantes a las que recibe entre sus muros. La acogida, si es que puede llamarse así, en la mayoría de los casos es bastante deficiente. Para muestra un botón: todo el mundo recordará aquel informe de 2016 en el que la propia Europol reconocía que al menos 10.000 niños y niñas migrantes o refugiados/as habían desaparecido estando ya dentro de las fronteras europeas.
Por último, y con los ecos del 8M de acompañamiento, el Círculo de Silencio recordó otra lacra asociada a los movimientos migratorios que afecta principalmente a mujeres y niñas: la trata con fines de explotación sexual. Y es que en pleno siglo XXI, aunque esté enmascarada entre eufemismos, seguimos arrastrando una de las mayores miserias humanas: la esclavitud.