El Colegio de Psicología de Ceuta está preocupado por la propagación del virus en nuestra ciudad. Desde la piscología se puede contribuir a disminuir estas conductas de riesgo. El COPCE lamenta que en esta pandemia no se esté teniendo en cuenta la importancia del asesoramiento y acompañamiento psicológico que las personas necesitan en estos momentos de crisis y de caos, en el que las conductas se polarizan mucho; por un lado estaría las personas a las que el miedo las inhabilita y por el otro aquellas que niegan la existencia del problema y no cumplen las medidas de seguridad al no ser conscientes de la gravedad de la situación y de la importancia de cumplimiento de las normas a nivel individual.
Las penalizaciones no son suficiente, ni son la única medida para que las personas asuman sus responsabilidades. Es importante concienciar a la población de su contribución individual para frenar el virus. Cuando las personas se sienten incluidas, integradas y tenidas en cuenta asumen su responsabilidad como algo elegido por la ventaja personal que supone estas conductas responsables. Esta labor de sensibilización y concienciación es una tarea que tienen que llevar a cabo los y las profesionales de psicología.
Salvar la vida es lo prioritario, pero incluso para esto es necesario la atención psicológica.
El COPCE comparte un artículo del Consejo General de la Psicológica en el que el Bond Mental Health and Psychosocial Disability Group publica un informe con las interrelaciones entre la salud mental y la pandemia de COVID-19.
Bond Mental Health and Psychosocial Disability Group, una agrupación de más de 400 asociaciones y organizaciones no gubernamentales que trabajan a favor del desarrollo internacional, ha publicado un informe en el que detallan las interrelaciones entre la salud mental y la pandemia de COVID-19, solicitando a los gobiernos que consideren la atención a la salud mental a corto y a largo plazo en sus planes de respuesta.Tal y como se especifica en el documento, para lograr la supresión de la pandemia que afecta a nivel mundial es necesario que los gobiernos consideren los aspectos de salud mental que están implicados en esta situación.
Tras la revisión de los diferentes estudios científicos sobre este tema, los autores del informe concluyen que no sólo la situación de pandemia y de confinamiento tienen un impacto en el empeoramiento de la salud mental de la población a medio y largo plazo, -lo que va a suponer un aumento de la demanda asistencial en salud mental-, sino que los problemas de salud mental pueden suponer un obstáculo para el adecuado control de la pandemia. Es más, según se indica en el texto, dejar de lado la atención de los problemas de salud mental en los planes de respuesta implicaría el aumento del riesgo de propagación de la COVID-19, en la medida en que, por ejemplo, las personas con problemas de salud mental tienen más probabilidad de adoptar conductas de riesgo para la salud o de presentar dificultades a la hora de seguir los protocolos epidemiológicos de control y, además, suelen tener dificultades para acceder a los servicios de salud públicos, pudiendo convertirse en un grupo especialmente vulnerable al no recibir tratamiento y/o vacunación y, de esta manera, actuar como un “reservorio” de infección continuada.
Por otro lado, la pandemia ha mostrado que el impacto en la salud mental es complejo, diverso y de amplio alcance, afectando a todos los grupos y poblaciones, como niños, personas mayores, personas con problemas de salud mental previos, personas con dificultades económicas, inmigrantes, refugiados y profesionales y técnicos que trabajan en la primera línea asistencial. A este respecto, si no se atiende a los problemas de salud mental que presentan las personas que trabajan en la primera línea de atención, la capacidad de respuesta asistencial de los sistemas sanitarios va a verse aún más reducida. Se trata, por tanto, de un círculo vicioso en el que la pandemia por COVID-19 supone un aumento de la prevalencia de los trastornos de salud mental y en el que los problemas de salud mental tienen un impacto negativo en la propagación de la COVID-19, lo que implica que los planes de respuesta deben contemplar la protección y atención en salud mental de los trabajadores sanitarios y otros trabajadores esenciales, así como el máximo cumplimiento de los protocolos de reducción de riesgos en toda la población, incluido las personas con trastornos mentales.
Por este motivo, para los autores del informe, la actual situación presenta una oportunidad única para invertir en la integración de la salud mental como parte esencial de la respuesta a la COVID-19, a través de la mejora de la respuesta de emergencia en salud mental y del refuerzo asistencial de los servicios de salud mental después de la pandemia. Esta aproximación, según se señala en el documento, permitirá, además, mejorar los sistemas de salud a largo plazo y la resiliencia de las sociedades frente a futuras pandemias. “Sabemos qué hacer, tal y como se ha esbozado en numerosos planes, iniciativas y sesiones informativas. Sólo necesitamos la voluntad política y el compromiso en la inversión de recursos para llevarlo a cabo, porque ahora más que nunca es el momento de que el mundo invierta en salud mental, en todas partes”, han advertido los autores del texto.