Por Plutarco
Problemas en torno a la estabilidad de las instituciones municipales
La inestabilidad en los órganos municipales es evidente. Los plenos se han convertido en una especie de subasta, a la que los ciudadanos asistimos cada mes sin saber qué se puede aprobar en las distintas sesiones.
Tan pronto se debate sobre política internacional, como se aprueban ayudas y gastos que no serían aceptados si no es porque el PP está en minoría y debe acceder a regañadientes a levantar la mano para algunas propuestas de los grupos de la oposición.
Los debates son cada vez más radicales, poniendo en serio riesgo el marco de convivencia en la Asamblea y fuera de ella.
No se entiende que, habiendo tenido una legislatura tan tranquila como la anterior, se haya optado por este batiburrillo de esperpento en el que se ha convertido el órgano supremo de la Ciudad Autónoma.
Gobernar en minoría no es nada fácil, si no que se lo digan al inquilino de la Moncloa, que está teniendo que contradecirse un día si y otro también queriendo hacernos creer a los ciudadanos que lo hace por el interés general y no por su supervivencia política.
Lo mismo ocurre en nuestro gobierno local. Por tal de mantener el poder, continuamente asistimos a acuerdos sobre asuntos que no eran prioritarios ni se habían recogido en ninguno de los programas electorales de los partidos políticos que se presentaron a las elecciones autonómicas, y mucho menos en el del grupo mayoritario.
Lo peor de todo es que, como no se cambie de actitud, el rastrillo en el que se han convertido los plenos ya está llegando a las empresas municipales, lo que sin duda terminará por conseguir que casi nada funcione con normalidad.
Tal vez sea el momento de algunos cambios importantes en la dirección de los diferentes órganos de gobierno, por el bien de todos y de todas. Ya no basta con los discursos caducos y trasnochados que ya no convencen a nadie.