El 24 de octubre de 1975, las mujeres de Islandia decidieron no trabajar, tanto en sus empleos como en sus hogares, en un acto sin precedentes que paralizó el país. En el centro de Reikiavik, miles de mujeres se reunieron para exigir los mismos derechos y oportunidades que sus compañeros hombres.
La Huelga Histórica
Independientemente de su edad, clase social o ideología, las mujeres islandesas se unieron para revolucionar su sociedad. Este movimiento fue clave para convertir a Islandia en uno de los países más avanzados del mundo en términos de políticas de género. Algunas de aquellas mujeres, hoy con más de 80 años, recuerdan este evento crucial que cambió sus vidas.
Hartas de la Desigualdad
En aquel entonces, las mujeres islandesas enfrentaban una gran desigualdad. No podían acceder a muchos trabajos y sus contribuciones domésticas eran invisibilizadas. Vigdís Finnbogadóttir, quien más tarde se convertiría en la primera presidenta de Islandia, recuerda cómo le decían que no podía ser capitana de barco solo por ser mujer.
Las mujeres también enfrentaban discriminación salarial. Una trabajadora de una fábrica de pescado denunciaba que, a pesar de realizar el mismo trabajo que sus compañeros hombres, ellos ganaban más.
El Movimiento de las Medias Rojas
Inspiradas por las danesas, las primeras mujeres islandesas que se organizaron usaron medias rojas como símbolo de su lucha. Este movimiento creció rápidamente, convocando reuniones por todo el país para difundir su mensaje: igualdad de derechos y oportunidades.
El Congreso de Mujeres celebrado en junio de 1975 reunió a mujeres de todas las edades y clases sociales. Aunque inicialmente hubo resistencia, lograron unirse y convocar la huelga del 24 de octubre, demostrando la importancia de su trabajo tanto dentro como fuera del hogar.
El Largo Viernes
Ese día, conocido por los hombres como ‘el largo viernes’, las mujeres dejaron sus tareas y se dirigieron al centro de Reikiavik. Gudrún Hallgrímsdóttir recuerda emocionada la multitud de mujeres que se unieron a la huelga, que fue cubierta por la prensa nacional e internacional.
La huelga demostró el poder de las mujeres cuando se unen. Gudrún Erlendsdóttir, quien participó en la huelga, más tarde se convirtió en la primera presidenta del Tribunal Supremo islandés.
Un Legado Duradero
Vigdís Finnbogadóttir, una de las huelguistas, fue elegida en 1980 como la primera presidenta de Islandia, siendo la primera mujer en el mundo en ocupar este cargo. Islandia ha liderado el ranking mundial de igualdad de género durante 14 años consecutivos y sigue luchando por la plena igualdad.
Este evento histórico no solo transformó Islandia, sino que también inspiró a movimientos feministas en todo el mundo. Las líderes de aquella huelga, ahora ancianas, desean que esta historia no se olvide y sirva de inspiración para futuras generaciones.