El control cultural en Corea del Norte es uno de los aspectos más estrictos del régimen de Kim Jong-Un. Desde hace décadas, el país ha mantenido una política de aislamiento cultural, prohibiendo el acceso a cualquier contenido extranjero que no esté alineado con la ideología del Partido del Trabajo de Corea.
Este control se extiende a todos los aspectos de la vida cotidiana. Los ciudadanos son vigilados constantemente, y cualquier desviación de las normas puede resultar en severas consecuencias. Un ejemplo reciente y estremecedor es el caso de un adolescente que fue denunciado por sus propios padres por intentar ver El Juego del Calamar, una popular serie surcoreana.
La dinastía Kim y su legado de represión
Desde la fundación de Corea del Norte, la dinastía Kim ha gobernado con mano de hierro. Kim Il-sung, el fundador, estableció un sistema basado en la ideología juche, que promueve la autosuficiencia y el culto a la personalidad. Esta ideología ha sido perpetuada por sus sucesores, Kim Jong-il y el actual líder, Kim Jong-Un.
El régimen ha creado un ambiente de desconfianza y vigilancia constante. Las familias, vecinos y compañeros de trabajo son incentivados a espiarse mutuamente, reportando cualquier actividad sospechosa a las autoridades. Este sistema de vigilancia ha sido comparado con el de la antigua Unión Soviética, donde la lealtad al partido era obligatoria.
El impacto de la censura en la vida diaria
La prohibición de contenidos extranjeros es una herramienta clave para mantener el control ideológico. En el caso del adolescente que intentó ver El Juego del Calamar, sus padres lo denunciaron para evitar ser castigados ellos mismos. En Corea del Norte, las sanciones no solo afectan al individuo culpable, sino también a su familia y círculo cercano.
Según Tae Yong-Ho, exdiplomático norcoreano y desertor, el castigo colectivo es una táctica común para disuadir cualquier forma de disidencia. La ejecución pública o el encarcelamiento en campos de trabajo son penas comunes para aquellos que desafían las normas del régimen.
Conclusión
El caso del joven condenado por ver El Juego del Calamar es un recordatorio sombrío de la realidad en Corea del Norte. La represión cultural es solo una faceta de un sistema opresivo que controla todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos. Mientras el mundo exterior disfruta de una diversidad de contenidos, los norcoreanos siguen atrapados en un ciclo de censura y miedo.