En nuestra Ciudad no son pocas las calles y otros símbolos que son testigos mudos de la historia de nuestro país. De entre ellos, tanto por su emplazamiento como por su estética, hemos de destacar el monumento a los caídos en la guerra de África ubicado en la plaza con el mismo nombre.
El evento al que hace referencia es el conflicto bélico ocurrido entre diciembre de 1859 y abril de 1860. La contienda comenzó cuando un grupo de rifeños atacó a un destacamento que custodiaba las reparaciones en diversos fortines de Ceuta, con cuyo pretexto, el Gobierno decidió la invasión del sultanato de Marruecos, viendo en aquel conflicto la oportunidad de mejorar la imagen de España en el exterior. Esto era habitual en esta etapa del gobierno de Isabel II (llamada Década Moderada) donde el partido gobernante carecía de doctrina y una política concreta y se lanzaba a empresas extranjeras, como la expedición a la Cochinchina.
O´Donnell propuso al Congreso la declaración de guerra a Marruecos haciéndose personalmente cargo de la dirección del ejército. La división de reserva se puso a cargo del general Prim. Tan solo unos meses, se firmó el Tratado de Was-Ras, en el que se declaraba a España vencedora de la guerra, ampliando sus límites en Ceuta y Melilla, y consiguiendo otros muchos beneficios.
Así pues, para honrar a los caídos en combate, la Comandancia General de Ceuta, junto con el municipio, decidió construir en la plaza de África un mausoleo en el que se depositara las urnas con las cenizas de estos soldados. El autor del proyecto, así como el director de las obras fue el capitán de Ingenieros don José Madrid Ruiz.
En marzo de 1892, la Junta de Jefes y Oficiales de la Comandancia de Ceuta solicitó al Ministerio de la Guerra que la Fábrica de Artillería de Sevilla construyera con los cañones tomados de sus adversarios varias piezas de bronce que contribuyeran a adornar el mausoleo. Entre ellas, una cruz que sirviera de remate, así como dos lápidas, dos relieves alegóricos y cuatro coronas conmemorativas. Los gastos serían con cargo a la partida de “reservas para partidas imprevistas” del Ministerio de la Guerra, quien se encargaría de ponerse en contacto con la Real Academia de la Historia para la redacción de la inscripción que llevaría el monumento.
Posteriormente, el artista sevillano Antonio Susillo Fernández realizó el modelado de cuatro lápidas, con los siguientes motivos: en una de ellas se representaría en sus dos caras la medalla conmemorativa de la Guerra de África, con el busto de Isabel II y la relación de las batallas libradas; otras dos lápidas aludirían a las batallas de Castillejos donde destacó el general Prim (cara norte) y Tetuán, protagonizada por O´Donnell (cara sur); la última quedaba reservado para la inscripción que en su día eligiera la Real Academia de la Historia. Para los frontales de acceso se harían cuatro coronas en bronce, de roble y laurel. El presupuesto elaborado por el escultor ascendió a 5.000 pesetas.
Un año después los trabajos estaban prácticamente terminados, a excepción de la lápida con la leyenda conmemorativa encargada a la Real Academia de la Historia.
Tres meses más tarde esta Institución envió al Ministerio de la Guerra la siguiente propuesta: “A los soldados españoles muertos gloriosamente en la Guerra de África (1859-1860)”, inscripción que fue elaborada y apoyada sobre un mascarón y coronada con el escudo de las armas de España.
El mausoleo, realizado en piedra de la cantera de San Amaro, no posee un acceso libre, así que para entrar en ella hay que quitar los escalones que están frente al Palacio Municipal. La inauguración tuvo lugar el 4 de mayo de 1895, siendo alcalde don Diego Más Fortea. Presidió el acto el comandante general, Rafael Correa García. Esta fecha fue festiva para la Ciudad, pues, los restos de los caídos que iban a ser enterrados en la cripta del monumento fueron entregados a la representación del Ejército por el Ayuntamiento de la Cortadura del Valle, desfilando el cortejo por las calles ceutíes con honores de capitán general, hasta la plaza de África.
Las urnas que contienen las cenizas enterradas en la cripta, pertenecen a los tenientes coroneles D. José Villa y Pérez y D. Antonio Piniés, Jefes de los Batallones de Cazadores de Vergara y Madrid, así como a otros heroicos soldados.