Las lluvias torrenciales que azotaron Valencia durante la reciente DANA han dejado una huella imborrable, con más de 150 víctimas mortales. Según un estudio preliminar de World Weather Attribution (WWA), estas lluvias son un 12% más intensas y dos veces más probables en el contexto actual de calentamiento global.
Los registros meteorológicos históricos muestran un aumento en las precipitaciones diarias en la región, correlacionado con el incremento de las emisiones de combustibles fósiles. Este fenómeno se debe a que una atmósfera más cálida puede retener más humedad, lo que resulta en aguaceros más fuertes.
El papel del océano Atlántico
Además, un análisis de Climate Central sugiere que las temperaturas elevadas del océano Atlántico han contribuido significativamente a la intensidad de la tormenta. Estas condiciones oceánicas, favorecidas por el cambio climático, hacen que eventos similares sean entre 50 y 300 veces más probables.
Este patrón de aumento en las precipitaciones coincide con estudios previos sobre lluvias extremas en Europa, como las tormentas Daniel y Boris. Los expertos advierten que, a medida que el clima continúe calentándose, es probable que estos episodios se vuelvan aún más intensos y frecuentes.
Consecuencias y advertencias
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) emitió un aviso rojo antes de la tormenta, pero las alertas a los móviles llegaron tarde, lo que subraya la necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana para minimizar el impacto humano y material de estos eventos climáticos extremos.
En conclusión, el cambio climático está desempeñando un papel crucial en la intensificación de las tormentas en Valencia. La comunidad científica insta a tomar medidas urgentes para mitigar sus efectos y adaptarse a un clima cada vez más impredecible.