Cuando la riada comenzó a inundar Alfafar, Felipe Laguna, un taxista local, intentó desesperadamente salvar su coche. Para él, el taxi no es solo un vehículo, sino su modo de vida. ‘En principio pensaba que sí lo podía salvar, pero tal como estaba entrando el agua al garaje vi que era imposible’, recuerda Felipe, quien tuvo que ser rescatado mientras el torrente arrasaba con todo a su paso.
Alfafar, un pueblo cercano a Valencia, ha quedado cubierto de barro tras el paso de la DANA. Aunque Felipe se considera afortunado por no haber perdido su hogar ni a sus seres queridos, enfrenta una incertidumbre económica abrumadora. ‘Me compré la licencia hace tres años. Estoy pagando la licencia, el piso, el coche. Tengo mucho, mucho, mucho que pagar’, confiesa.
La Cámara de Comercio de Valencia estima que unos 120,000 vehículos han sido afectados por la DANA, dejando a muchos habitantes de Paiporta, Catarroja, Massanassa, Benetússer, entre otros, sin transporte para trabajar o estudiar. En Catarroja, los descampados se han convertido en improvisados desguaces donde ‘cada dos minutos entra un coche’, según Andrés, un agricultor voluntario que ayuda a apilar los vehículos destrozados.
Mientras tanto, las familias comienzan el arduo proceso de recuperar la normalidad. Emilio y Nuria, por ejemplo, acaban de perder el coche que compraron en agosto. Samir, otro afectado, había adquirido su vehículo de segunda mano y aún no había contratado un seguro a su nombre. Para ayudar a localizar los coches perdidos, René Molina Vila, un estudiante de ingeniería, ha creado una web interactiva, tucochedana.es, que ya cuenta con más de 1,200 vehículos registrados.
El sector del taxi, particularmente afectado, pide ayuda urgente. ‘Tenemos un grupo en el que estamos enumerando los [vehículos] afectados de esta zona que están localizados’, explica Felipe, quien junto a otros taxistas busca flexibilidad administrativa para poder reponerse. Solicitan, por ejemplo, poder comprar coches de hasta cuatro años de antigüedad y agilizar los trámites para darse de alta nuevamente.
Felipe destaca la necesidad de apoyo inmediato: ‘Estar tres meses sin trabajo y habiendo perdido la casa es el caos. Es la muerte en vida. Y no de una persona, sino de familias enteras’. Sin embargo, las trabas burocráticas complican la solicitud de ayudas, lo que añade más estrés a una situación ya de por sí crítica.
A pesar de la adversidad, Felipe encuentra consuelo en la solidaridad de la comunidad. Recientemente, guió a voluntarios de Sevilla para distribuir suministros en las áreas más afectadas de Alfafar. ‘Hay mucha gente mayor y todos los bajos hechos una catástrofe’, comenta, subrayando la importancia de la ayuda mutua en tiempos de crisis.