Se anuncia, desde el antes de los tiempos, que los virtuosos van a la planta de arriba, y los pecadores, al sótano.
Por mi parte, caso de poder elegir, de existir tales espacios, prefiero el abismo.
Aparte de lo calentito, con lo friolero que soy, por una sencilla razón: verificar, comprobar, in situ, que los enemigos de la honestidad, «cuídate de los lobos disfrazados de ovejas” (Mateo 7:15), están donde deben de estar, qué narices.
Por otra parte, los pedazos de pan, son muy aburridos.
Bastante amargado, por la intervención de terceros, como para no desear cachondeo.
En esa elección se expresan dos tipos de humos. No hay diferencia de credos cuando se trata de hacer negocios.
Ceuta es un infierno. Sería la ciudad ideal, el escenario perfecto, para rodar película de Rambo.
Celebración de juicio, que se gana, que es sabido.
Desde luego, Ceuta es capital mundial de la paz, con tantas palomas. Sin ser mensajeras, por mucho que alguno se confunda, loco en su pasión por las gaviotas.
Y el negro no sólo se corresponde con el futuro.
Se pinta con ese color, los actos, con tanta alegría, con tanta facilidad.
Por lo visto, va muy bien con la exagerada humedad de la ciudad, que es también, de una mala leche, propia de ser condenada al averno.
No lo sé. Como pinto menos que el Tato.
Por favor, eres un mentiroso. Mi vieja pluma moja en tinta negra.
A todo esto, el gracioso virus, sigue con sus pesadas bromas, con sus nuevas cepas, echando pulsos.
A la carrera, sin pérdidas de segundos, la bendita vacuna, está ya siendo parte interior de los españoles.
A la carrera, sin retrasos de relojes, los españoles, hemos dado la bienvenida, en buena hora, al milagro.
Unidos bajo un objetivo común. Felicitar a los científicos, genios.
¡Suerte!