Como no podía ser de otra manera, los medios de comunicación y en especial las televisiones, nos suministraron el soma ese del francotirador que planeaba atentar contra Sánchez armado con mortíferas escopetas de aire comprimido y un lanzapatatas, caso único en la historia de los magnicidios ya que pregonó sus intenciones en redes sociales. Aun está por dilucidar la razón por la que han trascurrido dos meses desde la detención del francotirador del lanzapatatas hasta la filtración de la noticia, pero imagino que habría que preguntarle a los maestros de la manipulación informativa que capitanean el derribo del sistema.
A la palestra salieron los habituales de la catástrofe, aquellos que solo se enervan con los violentos malos (hay de dos tipos). Y así entre indignación y alarma nos advierten del terrorismo de extrema derecha. Incluso alguno ha llegado a titular así un artículo en el que describe como este francotirador era “blanco” (una razón de peso para considerarlo un peligro) y lamentaba que la Audiencia Nacional inexplicablemente no lo considerase un terrorista arguyendo estúpidas y superfluas razones jurídicas. Donde esté la voluntad del pueblo para qué las leyes.
La extrema derecha es un peligro que recorre Europa y ahora España pero algunos obvian la existencia de una extrema izquierda perfectamente instalada (cogobiernan nuestro desdichado país). Para podemitas y comunistas la extrema derecha no es un grupo determinado y reducido sino toda la derecha, es decir PP y C´s (Garzón dixit) aunque solo la derecha nacional es reprobable porque la separatista y violenta, la de los baches en el ADN, les parece magnifica. Por supuesto la derecha (así en general incluido el PP) es inconstitucional (Lastra dixit) y es la responsable de los discursos de odio (Alsasua por ejemplo) y de un nuevo terrorismo que resurge, siendo el orate blanco del lanzapatatas una prueba evidente. Es la vieja táctica comunista, la de deslegitimar al contrario a base de mentiras, la táctica que consiguió presentar al comunismo como la antítesis del nazismo cuando en realidad eran las dos caras de una misma moneda. Y es que lo cierto es que la violencia terrorista es y ha sido predominantemente de izquierdas. Es lo malo de los hechos, que tozudamente te fastidian el discurso.
Si acudimos a los magnicidios en España y descontamos a Prim, que fue asesinado por una conjura con intervención de la masonería, el resto de presidentes del gobierno asesinados lo fueron por las izquierdas: Cánovas, Canalejas y Dato por anarquistas y Carrero Blanco por la ETA e igualmente las intentonas como la de Maura apuñalado por un anarquista. En cuanto a los jefes de la oposición fue también la izquierda la que atentó contra José María Aznar (una bomba de ETA de más de 40 kilos) y la que acabó con la vida de Calvo Sotelo.
Pero igualmente se puede decir de los atentados terroristas en España, que es el país de Europa con más muertos por esta causa, ya durante el siglo XIX y parte del XX el terrorismo estuvo dominado por los anarquistas. El relevo lo tomaría la ETA con 883 muertos en su haber junto con otras formaciones de izquierda como el GRAPO (cuyos terroristas dan charlas en el ayuntamiento podemita de Zaragoza) con 22 asesinados o el FRAP. Frente a estas cifras las muertes por terrorismo de extrema derecha (66 principalmente durante el tardofranquismo) no por menos graves, ofrecen una fotografía clara del fenómeno. Por no hablar del terrorismo de corte yihadista (205 asesinados en España y el 84% de los asesinados en Europa desde el año 2000). En este sentido resulta esclarecedor por donde deambulan algunos, el mismo que utilizaba la noticia del francotirador del lanzapatatas para arrearnos un apocalipsis de terrorismo de extrema derecha, hace un año analizaba los atentados yihadistas de Barcelona que le costaron la vida a 15 personas poniendo el énfasis en que no se generalizase ni se culpabilizase a los musulmanes (una intención loable pero que debería hacer extensible a otros análisis) y advertía sobre los discursos del odio, ¿de quién? pues imagínenlo…de la derecha.