En agosto de 2018 Susana denunció a su agresor después de recibir la última paliza en trece años de malos tratos y vejaciones diarias. Ismael, expareja de Susana, entró en prisión preventiva a la espera de juicio. Sin embargo, un año y cinco meses después, en enero de 2020, quedó en libertad provisional sin mayores medidas cautelares que una orden de alejamiento y otra de permanecer en Madrid, donde se hospedará junto a unos familiares. Órdenes que incumplió al día siguiente. Desde entonces permanecía en Madrdid, pero, de haber querido, nada le hubiese impedido viajar a Ceuta, salvo la pandemia. Ahora, por fin Susana recibe una buena noticia: Ismael tendrá que llevar pulsera localizadora en todo momento.
El pasado mes de febrero os contamos los treces años de «encierro negro» que vivió Susana. Un infierno de malos tratos del que consiguió escapar, pero que parecía que no iba a dejar de perseguirla nunca. Ismael, el maltratador de Susana, había ingresado en prisión preventiva porque fue sorprendido por la policía cuando le acababa de dar una brutal paliza -apuñalamiento incluido- a Susana y estuvo más de un año encerrado hasta que, en uno de sus intentos por conseguir la libertad provisional a la espera de juicio, sonó la flauta y quedó en libertad sin mayores medidas cautelares que una orden de alejamiento y otra de permanecer en Madrid. Ordenes que incumplió al día siguiente alegando que no disponía de la documentación necesaria para emprender el viaje y hospedándose en un hostal que forma parte del recorrido que Susana hacía diariamente para llevar a sus hijas al colegio. Por suerte, un familiar de Susana se percató de la presencia del individuo y alertó a la Policía. Ese día Ismael finalmente se va a Madrid.
Desde entonces, Susana ha vivido con el miedo a que el que ha sido su carcelero y torturador durante más de una década asuma las consecuencias de quebrantar la orden y decida regresar a Ceutapara acabar con su vida o secuestrar a sus hijas. A efectos prácticos, y al menos durante un tiempo, para Ismael era viable viajar hasta Ceuta ya que, aunque tenía una orden de permanecer en Madrid, no había un mecanismo que alertarse de su intención de viajar a Ceuta y podría haber cruzado el Estrecho como cualquier otra persona.
Un mes después de contar su historia, la COVID-19 provocó que España entrase en estado de alarma y se restringiesen las comunicaciones en todo el país. El confinamiento, por un lado, ha sido un alivio para Susana y sus hijas que han pasado dos meses con la tranquilidad de que Ismael no puede, bajo ningún concepto, acercarse a Ceuta, una circunstancia que no tenían garantizada antes. Ahora que el levantamiento progresivo de las restricciones las volvía a poner en alerta, han recibido por fin una buena noticia: Ismael deberá llevar una pulsera localizadora que controla su ubicación en todo momento y que alertará a las autoridades si se aproxima a Ceuta. Una pequeña victoria que sin duda mejorará la calidad de vida y el descanso de Susana.
Sin embargo, el eventual aliado en el que se convirtió el confinamiento se revela ahora como obstáculo para que se celebre el juicio y también para que Susana consiga regularizar la situación de las dos hijas que tiene en común con Ismael. Cuando nacieron, el padre se encargó de que las niñas tuviesen su misma nacionalidad, la marroquí, para así tener el control total sobre las mismas y amenazar a Susana con secuestrarlas y llevárselas a Marruecos para que jamás volviese a verlas. Este es otro frente abierto que tiene Susana, pero que con suerte podría resolverse en los próximos meses.
El camino de esta mujer, que define su liberación como una especie de renacimiento y su experiencia en libertad como una «reinserción» en toda regla, ha sido muy duro. Lo peor, por fin parece que ya pasó. Con esta nueva noticia Susana gana en tranquilidad. Ahora podrá pasear con sus hijas sin miedo a que nadie se las quite o les haga daño. Ya no tendrá que «entrenarlas» para que salgan corriendo mientras ella se abalanza contra quien pudiese venir a llevárselas o a hacerles daño. Sin embargo, esto todavía no ha terminado. Al «encierro negro» le queda un último capítulo que se escribirá cuando se celebre el juicio.