Isla Ciudad es un sitio muy bonito, todo el mundo se ayuda. Está rodeado de mar y de bosques. La gente cantaba, jugaba y reía. Todas y todos menos el niño hechizado. Nadie sabía la raíz del problema, pero el niño no podía hablar. ¿Mudo? No exactamente.
El niño no podía -de hecho, no puede- hablar porque hay una parte de él que no le deja, por miedo, frustración, desidia… ¡Mirad a Birger Sellin y a tantos otros! Hablaban y dejaron de serlo. Sellin nos lo contó en, seguramente, uno de los mejores libros para entender el autismo. Carlos explica lo mismo pero en dos folios para una clase de pequeños del Lope de Vega.
Adam es el hijo de Carlos. Está diagnosticado con TEA, Trastorno del Espectro Autista. Es alumno del Lope de Vega, y hace unas semanas tuvo un problema comportamiento en clase. El padre y la madre, preocupados, descubrieron una posible causa del comportamiento disruptivo de Adam. Su cuidadora habitual estaba de baja y nadie reparó en anticiparle que vendría otra persona a sustituirla. Además, sus padres creen que esos días estaba pasando hambre pero no sabía expresarlo, por lo que su actitud era de frustración en casa y en el colegio.
La utopía de Isla Ciudad
Para ayudar a entender que una persona con autismo es una persona que gestiona las emociones y la comunicación de formas excepcionales, Carlos escribió «La Isla Ciudad«. Se trata de un cuento que fue a leer delante los compañeros de clase de Adam. «Lo miraban mientras leía», cuenta exultante el padre. Poner palabras al comportamiento de un crío que, de momento, lo va a tener difícil para ser entendido. «No sabemos si va a hablar», confiesa Carlos, quién se lo toma con mucha paciencia. «quiero dejar de ser un dentrodemi«, escribía Sellin desde su cárcel interior. No hablaba, pero escribía. Adam no habla, pero tiene un padre que, de momento, lo hace por él.
El psicoanalista Maleval explica que «si el autista cede su voz o la emite, corre el riesgo de tener que aceptar las imposiciones del lenguaje». El colegio es un sitio dónde se asimila el lenguaje como la principal herramienta de relacionarnos socialmente. ¿Cómo conseguir un colegio inclusivo? «El problema no es el centro», explica Carlos, que está contento con el Lope de Vega, «el problema es el sistema educativo».
Un tratamiento holístico
Aún se desconocen las causas del autismo. Se apunta a un origen genético, pero aún no hay una confirmación definitiva. A los padres de Adam les expusieron las dos teorías. Así que han decidido probar diferentes terapias con su hijo, sin esperar que esto lo «cure», término que el mundo del autismo combate: «el autismo no se cura, no es una enfermedad«, repiten asociaciones y expertas encarecidamente.
Sin dejar la logopedia y la psicología, los padres de Adam están probando una dieta muy concreta siguiendo la antigua premisa mens sana in corpore sano. Haciéndole pruebas vieron que su hijo tenía muchas neurotoxinas, muchos metales pesados en su organismo, glisofato o mercurio entre otros productos negativos para el organismo. No huyen de los convencionalismos alrededor del TEA, «colaboramos con todo el mundo, pero vamos a nuestro rollo», sin descartar nada.
«Estoy deseando escuchar esa vocecita», confiesa Carlos. Hoy es el Día Mundial del Autismo, día en que se intenta concienciar a toda la sociedad que casi medio millón de personas en el Estado tienen este diagnóstico. También hoy es un buen momento para pensar en todas las madres y todos los padres que anteponen su desazón por amor a sus hijos e hijas. «La Isla Ciudad» es una buena prueba de este, una bonita historia que está recorriendo, de grupo en grupo, ciudades y familias enteras.