El acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Pedro Sánchez y Junts para aprobar un decreto ómnibus ha traído consigo nuevas medidas sociales, entre las que destaca la prolongación de la suspensión de desalojos para personas en situación de vulnerabilidad. Esta disposición, que se incluye en el Real Decreto-ley 1/2025, publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), ha generado debate por sus implicaciones sociales y políticas.
La nueva normativa extiende hasta el 31 de diciembre de 2025 la suspensión de procedimientos de desahucio y lanzamientos en los casos de vulnerabilidad habitacional. Esto significa que personas consideradas vulnerables, ya sean okupas o inquiokupas, no podrán ser desalojadas, incluso si existe una sentencia judicial firme en su contra, siempre que no tengan una alternativa habitacional.
Asimismo, el decreto contempla la posibilidad de que los propietarios o arrendadores afectados por estas medidas puedan solicitar compensaciones hasta el 31 de enero de 2026, como ya se estableció en normativas anteriores durante la pandemia.
Un giro político decisivo
El camino hacia la aprobación de este decreto no estuvo exento de obstáculos. Hasta el pasado lunes, las fuentes gubernamentales descartaban una nueva votación en el Consejo de Ministros. Sin embargo, la presión de los socios parlamentarios, entre ellos Junts, y el riesgo político de una nueva derrota llevaron al presidente Sánchez a rectificar su postura. Finalmente, el acuerdo permitió introducir otras medidas clave, como la revalorización de las pensiones, ayudas al transporte público y el aumento del salario mínimo.
Un contexto social complejo
La entrada en vigor de este decreto se produce en un clima de tensiones sociales marcadas por recientes conflictos relacionados con desalojos. El pasado 28 de enero, los Mossos d’Esquadra llevaron a cabo el desalojo de la Antiga Massana en la calle Hospital de Barcelona, que terminó con cinco detenidos y diecinueve agentes heridos leves. Este tipo de incidentes refleja la polarización que genera el fenómeno de la okupación en comunidades como Cataluña.
Críticas y debates
Mientras que los defensores del decreto lo ven como una medida necesaria para proteger a los colectivos más vulnerables en un contexto de crisis habitacional, los detractores alertan sobre el impacto negativo que podría tener en los derechos de los propietarios, quienes denuncian abusos por parte de los inquiokupas. Además, muchos reclaman que esta protección debe ir acompañada de políticas de vivienda más ambiciosas para resolver el problema de fondo.
El desafío de equilibrar derechos
Con este decreto, el Gobierno busca consolidar un marco de protección social que garantice el acceso a una vivienda digna para las personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, el reto radica en encontrar un equilibrio entre este objetivo y los derechos de los propietarios, quienes exigen mayor seguridad jurídica.
El impacto de estas medidas se evaluará en los próximos años, con un horizonte fijado para 2025. Mientras tanto, el debate sobre cómo gestionar el fenómeno de la okupación en España sigue abierto.