El reciente acuerdo entre el PSOE y Junts para delegar en Catalunya las competencias migratorias ha generado una fuerte polémica en el panorama político español. Mientras que el Gobierno defiende la medida como un avance en la gestión territorial, sectores de la izquierda, como Podemos y parte de Sumar, han manifestado su rechazo, alertando de su posible trasfondo xenófobo en un contexto europeo donde el racismo gana terreno.
La propuesta contempla el traspaso de competencias migratorias a Catalunya, una demanda histórica de Junts, pero que ahora se enmarca en una lucha política en la región con Aliança Catalana, un partido que ha hecho del discurso antiinmigración uno de sus principales ejes. Para Podemos, esta medida responde más a una estrategia política que a un verdadero intento de mejorar la gestión de la migración, lo que ha llevado a la formación morada a anunciar su voto en contra en el Congreso.
Desde el Ministerio de Migración, dirigido por Elma Saiz, insisten en que el acuerdo es meramente administrativo y en ningún caso conlleva un endurecimiento de las políticas de extranjería. Aseguran que la medida es «escrupulosamente respetuosa con los derechos humanos» y que no facilitará un aumento en las expulsiones. No obstante, estas explicaciones no han disipado las dudas dentro del propio bloque progresista.
Un pacto que divide a la izquierda
La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, en un primer momento avaló la medida, señalando su alineación con la Constitución y las directrices europeas. Sin embargo, con el paso de las horas, las dudas han ido en aumento dentro de su espacio político. La preocupación no solo radica en el contenido de la norma, sino en las implicaciones futuras de la delegación de competencias. «Si un día hay un gobierno de ultraderecha en el Estado y Catalunya sigue en manos de un Ejecutivo progresista, ¿será esta delegación un acierto para la izquierda?», se preguntan fuentes de Sumar.
Desde Compromís y Más Madrid han manifestado su preocupación por lo que consideran un debate que trasciende lo competencial y que entra en el terreno cultural. «No estamos discutiendo quién gestiona mejor la migración, sino qué relato se impone: uno integrador o uno excluyente», sostienen desde Compromís. Más Madrid ha alertado sobre el riesgo de que este acuerdo derive en una «competición entre comunidades autónomas por ver quién aplica políticas más xenófobas».
La batalla migratoria en el Congreso
El debate sobre la delegación de competencias ha traído nuevamente a la agenda legislativa otras cuestiones relacionadas con la política migratoria en España. Podemos ha aprovechado la coyuntura para reclamar el desbloqueo de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de regularización de personas migrantes, una propuesta que cuenta con el respaldo de más de 600.000 firmas y que, según denuncian, el PSOE mantiene paralizada en el Congreso.
Por otro lado, el Gobierno ultima una reforma de la Ley de Extranjería para establecer un sistema de reparto de menores no acompañados entre las comunidades autónomas. Este cambio busca aliviar la presión sobre Canarias, una de las regiones más afectadas por la llegada de migrantes, pero ha sido rechazado por el PP, lo que ha llevado al Ejecutivo a plantear modificaciones legales para hacer obligatorio el reparto.
Europa: acogida o fortaleza
Este pacto se produce en un momento clave para la política migratoria europea, en el que se libra una batalla cultural entre dos modelos: la «Europa de la acogida», que defiende la integración y la protección de los derechos humanos, y la «Europa fortaleza», donde los discursos racistas y xenófobos han ido ganando espacio en las instituciones. Con elecciones europeas en el horizonte, el acuerdo PSOE-Junts no solo tiene implicaciones en la política española, sino que se inscribe en un debate de mayor alcance sobre el futuro de la migración en el continente.
