La caída del régimen de Bachar Al Asad marcó un punto de inflexión en la historia de Siria. El domingo, cuando los rebeldes tomaron Damasco, el palacio presidencial fue asaltado, y su interior saqueado por grupos de sirios que se llevaron objetos decorativos y mobiliario. Ahora, el edificio permanece casi vacío, con documentos esparcidos por el suelo, testigos mudos de un régimen que ya no existe.
Un equipo de TVE, con permiso del nuevo gobierno, pudo acceder al interior del palacio, encontrando cartas privadas y oficiales, así como copias de correos electrónicos. Sin embargo, la mayoría de los objetos de valor ya han desaparecido. Hasta hace solo unos días, este lugar era el hogar de Al Asad y su familia, quienes ahora se encuentran bajo asilo en Moscú.
El lujo del palacio, con sus suelos de mármol, muebles damasquinados y grandes lámparas de cristal, contrasta con la pobreza que enfrentaba la mayoría de la población siria durante el régimen de Al Asad. Este contraste es aún más evidente ahora que los ciudadanos pueden visitar los jardines del palacio.
Los jardines abren al público por primera vez en cincuenta años, permitiendo a los sirios recorrer un espacio que había sido inaccesible durante el régimen. Aunque solo pueden asomarse unos metros, muchos se sienten felices de tener acceso a este lugar simbólico. Abdul, un ciudadano que regresó al país después de años, expresó su alegría mientras mostraba las cicatrices de las protestas contra el gobierno.
Familias enteras se han acercado para tomar selfies en los jardines, junto a la nueva bandera siria de tres estrellas. La apertura de los jardines representa un pequeño pero significativo paso hacia la normalidad y la esperanza para muchos sirios que han vivido tiempos difíciles.
Actualmente, los milicianos de la coalición gobernante protegen las instalaciones del palacio, donde ya quedan pocos objetos de valor. Los visitantes pueden ver el palacio desde lejos, lo suficiente para imaginar las condiciones de vida de la familia presidencial en contraste con la realidad de la mayoría de los sirios.
Este momento histórico no solo marca el fin de un régimen, sino también el inicio de un nuevo capítulo para Siria. La apertura de los jardines del palacio presidencial simboliza una pequeña victoria para el pueblo sirio, que ahora puede reclamar un espacio que alguna vez fue un símbolo de opresión.