El general Franco y su primo Ricardo de la Puente Bahamonde, comandante republicano, crecieron como hermanos hasta que la ideología les separó. «Un día voy a tener que fusilarte», le llegó a decir Francisco a Ricardo. Y lo hizo. En 1936, fue uno de los últimos militares fiel a la República en el norte de África
Franco tenía al enemigo en casa y no debió de sorprenderle saberlo.En la tarde del 17 y la madrugada del 18 de julio de 1936, cuando el ruido de sables ya había sido reemplazado abiertamente por el estruendo de los fusiles en el norte de Africa, muy pocos oficiales de la región se mantuvieron leales a la República.
El último en caer, jefe de las fuerzas aéreas del norte de Africa y comandante al frente del aeródromo de Tetuán Sania Ramel, en el protectorado de Marruecos, se llamaba Ricardo de la Puente Bahamonde y era primo carnal de Francisco Franco Bahamonde. El general había llegado a apreciarle, pero fue implacable al ordenar su fusilamiento.
En realidad, fue como la confirmación de un viejo augurio. En su libro Historia de una disidencia, la sobrina del general Pilar Jaraiz Franco escribió sobre ellos: «Eran más hermanos que primos, pero de adultos se habían agudizado sus diferencias ideológicas.Franco lo había sustituido de su puesto durante la revolución de Asturias en octubre de 1934. Y en una de sus muchas discusiones, había exclamado Franco: «Un día voy a tener que fusilarte»».
Ricardo, que también había nacido en Ferrol, era tres años más joven que su primo Francisco. Como él, consiguió los más importantes logros de su carrera militar en el norte de Africa. En 1922 fue destinado como capitán a Larache y resultó herido en una de sus incursiones. Dos años más tarde recibió una medalla de «sufrimiento por la patria». Incluso se le concedió, años después, otra condecoración, la Cruz de María Cristina por motivos de guerra, debido a su estancia en Africa.
Pero no fueron las suyas vidas precisamente paralelas. Más bien, al contrario. Tras la revuelta de Asturias de octubre de 1934, reprimida por el propio Franco, De la Puente Bahamonde fue suspendido del Ejército por apoyarla.
El aeródromo de Tetuán leal al gobierno republicano
Sólo después de que, tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, Manuel Azaña legislara un indulto general, De la Puente Bahamonde fue rehabilitado. Le enviaron entonces, en abril de ese mismo año, a Marruecos como jefe de las Fuerzas Aéreas, con base en el aeródromo de Sania Ramel, a pocos kilómetros de Ceuta. Apenas faltaban tres meses para el inicio de la Guerra Civil y aquél iba a ser su último destino.
Al caer la tarde del 17 de julio de 1936, el comandante Bahamonde, ya había tenido noticias de la sublevación en Melilla y de la toma de la base de hidroaviones de Atalayón. Su compañero el capitán aviador Virgilio Leret había sido detenido allí y pocas horas después habría de ser ejecutado. Asimismo, la máxima autoridad militar, el general Gómez Morato, también estaba detenido.
En realidad sólo había un centro, además del aeródromo que él defendía, que aún no había caído en manos de los sublevados, la Alta Comisaría del protectorado, con la máxima autoridad civil, Arturo Alvarez-Buylla, al frente.
El comandante Bahamonde no tenía dudas de que durante la madrugada del 18 de julio sería atacado el aeródromo. En pocas horas su primo, el general Franco, debía aterrizar allí a bordo del Dragón Rapide, procedente de Canarias, para tomar el mando de los sublevados en el norte de Africa. De modo que detuvo a varios oficiales que estaban implicados en el golpe y, con los subordinados leales, unos 25 en total, comenzó a preparar su defensa.
Instaló cuatro ametralladoras sobre una torreta e iluminó la carretera por la cual podían venir las tropas atacantes con las luces de todos los vehículos de que disponía. Para dificultar más la llegada de las fuerzas del acuartelamiento legionario de Dar Riffien, mandadas por el brazo derecho del general Mola, el teniente coronel Juan Yagüe, Bahamonde ordenó a unos de sus capitanes salir con varias camionetas hacia Ceuta y volcarlas en un puente cercano.
Ya era noche cerrada cuando en Sania Ramel se recibió una esperanzadora llamada desde la Alta Comisaría. Alvarez-Buylla había logrado hablar con el presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, Casares Quiroga. Madrid iba a enviar aviones de refuerzo y había que resistir a toda costa. Alrededor de las 23.30 horas el comandante Bahamonde dio orden de marcar el campo de aterrizaje con hogueras encendidas con trapos y cubos de gasolina y señaló a un grupo de soldados para que quedaran en la pista al cuidado de ellas.
El teléfono volvió a sonar a las dos de la madrugada, ya del 18 de julio. Esta vez era el jefe de la sublevación en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga, el que estaba al otro lado del hilo. Si Bahamonde no deponía su actitud, una columna de artillería y tropas de regulares cercarían el aeródromo.
Los aviones de Madrid seguían sin llegar, pero Bahamonde se mantuvo firme. Tal y como quedó reflejado en el consejo de guerra, el comandante no dudó en contestar: «¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al gobierno legal en este momento! ¿En qué concepto me ordena usted que me rinda? ¿Quién es usted para darme tales ordenes?». Dos horas y media después Sania Ramel estaba rodeado y el asedio apenas tardó unos minutos en durar.
Las fuerzas atacantes tuvieron mucha precaución en no dañar la pista de aterrizaje, que sería utilizada en pocas horas por el avión que traía al general Franco. Pero incluso así lo tuvieron fácil. En menos de media hora empezaron a registrarse los primeros heridos entre los hombres de Bahamonde. El comandante no tardó en comprender que los aviones prometidos por Casares Quiroga no iban a llegar nunca, que resistir sólo serviría para contribuir al derramamiento de sangre y que su primo había ganado esta partida.Antes de entregarse, no obstante, ordenó a sus hombres que realizaran averías en varios aviones Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no pudieran ser utilizados por los aviadores sublevados.A las 05.15 horas de la madrugada del 18 de julio, enarboló un pañuelo blanco y entregó su pistola al comandante de regulares Serrano Montaner. Él y todos sus hombres fueron detenidos y trasladados a la fortaleza del monte Hacho de Ceuta.
Unas horas más tarde, en la mañana del 19 de julio aterrizaba en el aeródromo el Dragón Rapide. Franco fue rápidamente informado de la actitud de su primo el comandante Bahamonde y su situación en calidad de detenido por oponerse a la sublevación.
El proceso sumarísimo contra el comandante Bahamonde, sin embargo, había comenzado a tramitarse el mismo 18 de julio. Se deseaba cuanto antes tener una sentencia, y así fue como el 2 de agosto se celebró el consejo de guerra. A las pocas horas de escuchar las acusaciones, y ante una defensa inexistente, fue condenado a muerte por traición.
El 3 de agosto se confirmó su fusilamientoió, Franco debió de pensar que cualquier condena que no fuera la ejecución sería considerada un signo de debilidad, el segundo jefe, Luis Orgaz, rubricó la sentencia.
El comandante De la Puente Bahamonde fue fusilado el 4 de agosto de 1936, en los muros exteriores de la fortaleza del monte Hacho.Eran las cinco de la tarde. Tras años de haber investigado y consultado cientos de procedimientos, no me consta que durante la represión en Ceuta tuviera lugar alguna ejecución por la tarde.Estaba claro que querían dar por finalizado este consejo de guerra cuanto antes.