Ceuta está llena de mujeres invisibles.
Son invisibles porque nadie las ve, y ni siquiera la importancia del trabajo que realizan a diario, les da visibilidad.
El trabajo de la mujer invisible es de gran importancia ya que gracias a él, la mujer trabajadora ceutí puede compaginar su vida familiar y social, dejando en sus manos, no sólo la limpieza y el mantenimiento de su casa, sino también el cuidado de sus hijos y el de sus mayores. Estas mujeres, que cocinan, limpian o friegan y que también en ocasiones, sacan al perro a pasear , son las que cruzan a diario la frontera y desde que salen de su casa a las cuatro o a las cinco de la mañana, hasta que retornan al anochecer, han sufrido todo tipo de humillación, rechazo y violencia.
Estos agravios se han acrecentado en el último año debido a los problemas fronterizos que sufre la ciudad. Cruzar la frontera a diario se ha convertido en un verdadero infierno para ellas, ya que la mayoría de las veces soportan horas de cola y cuando por fin consiguen llegar a la frontera española, son devueltas de nuevo al punto de partida después de haber sufrido las avalanchas, los empujones, los golpes y las agresiones de todas aquellas personas que protagonizan esas aglomeraciones, por lo que muchos días no pueden llegar a su destino y si lo consiguen es con muchas horas de atraso.
Mucho se ha hablado en todos los foros y medios de comunicación de las consecuencias que ha traído a nuestra ciudad , las aglomeraciones de la frontera a nivel económico, pero poco se ha dicho del sufrimiento que tienen que soportar estas mujeres, que a diario se sienten atrapadas en una frontera que no les permite llegar a su lugar de trabajo, y que cuando lo consiguen les espera a la llegada, la incomprensión, las quejas y las amenazas de despido, responsabilizándolas de incumplimiento y de falta de seriedad en su actividad laboral. Ellas, que en la mayoría de los casos no están aseguradas y reciben un salario precario en relación con las horas de trabajo que realizan. Son las que mantienen a su familia en el país vecino y son las únicas que llevan un salario mínimo para el sustento de todos.
A pesar de la dura espera en la frontera y del incansable trabajo diario, son capaces al finalizar su jornada laboral, de asistir a clase para superarse a sí mismas, para aprender español y mejorar sus conocimientos en la comunicación con los demás, con la esperanza de mejorar su situación laboral y conseguir un empleo con un sueldo digno que les permita tener una vida mejor.
La asociación Digmun atiende a estas mujeres desde el año 2005 en los talleres de Alfabetización y Español, pero poco ha cambiado su situación desde entonces hasta ahora. Siguen siendo igual de invisibles y siguen sin ser reconocidas en ningún ámbito a pesar de la importancia del trabajo que realizan. Al comienzo del curso escolar se acercan a la asociación, sabiendo que Digmun es la entidad que atiende a este colectivo, aunque sean muchas las instituciones o asociaciones que alfabetizan mujeres en nuestra ciudad. Casi todas ellas, sólo reciben alumnas con documentación y ninguna puede atender al colectivo de “MUJERES SIN PAPELES” porque su subvención no se lo permite. Esto mismo ocurre en los centros de Educación de Adultos de la ciudad
Todos los años se inscriben en los distintos niveles con la esperanza de ser admitidas. En la mayoría de los casos, más de la mitad de ellas se quedan fuera del curso por la falta de recursos para atenderlas. A pesar de que desde los inicios el IES Puertas del Campo cede sus aulas y de que la Ciudad Autónoma subvenciona con una monitora, estos recursos son insuficientes, ya que se inscriben más de 150 mujeres anualmente y sólo pueden ser atendidas la mitad con ayuda de voluntarias ocasionales. Mendigar todos los años personal del Plan de Empleo para estos talleres se ha convertido en una práctica habitual de Digmun, con escaso resultado en la mayoría de las veces.
A estas mujeres le debemos en nuestra ciudad dos grandes consideraciones: una por la importancia del trabajo que realizan y otra por el esfuerzo que hacen hasta llegar a su lugar de trabajo.
Es de justicia social, “Reconocer y valorar el trabajo que llevan a cabo sin vacaciones y con sueldo precario, asegurándolas, para que puedan acceder a los recursos que tiene la ciudad” y “proporcionar recursos humanos a la asociación sin ánimo de lucro que las atiende desde hace más de una década, para darles una cobertura educativa y social que les ayude a adaptarse y a mejorar su vida laboral”.