Ugochi Daniels, directora general adjunta de operaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas, describe vívidamente cómo ha sido pasar una semana en Ucrania y Moldavia, conociendo a algunos de los más afectados por la invasión a gran escala que está llevando a cabo Rusia.
«Estoy en Kiev, acabando una visita relámpago a las operaciones de la OIM en Ucrania y Moldavia.
Las sirenas me despertaron y me llevaron rápidamente a un búnker en mi hotel. Sí, estaba asustada, pero no es por eso por lo que escribo esto. Ahora tengo una idea de lo que millones de ucranianos y todo mi personal presente aquí han tenido que soportar durante 18 meses.
Cuando me dijeron que podía salir del búnker, me entristeció profundamente saber que dos personas habían muerto en el ataque: dos vidas más truncadas, más familias con sitios vacíos en sus mesas.
Aunque no siempre parezca la capital de un país en guerra, su sombra siempre está presente. Desde mi viaje de Moldavia a Odesa, al atravesar campos de trigo y girasoles hasta Kiev, veo cómo la guerra ha cambiado a Ucrania y a su gente.
Comprometidos con la recuperación
Hay que estar en Ucrania para comprender de verdad lo que ha sufrido su gente, y aunque no he visitado el devastado este, ni la desolada Mariúpol, lo que he visto y oído en los últimos días me ha dejado asombrada frente al compromiso del país de recuperarse y desarrollarse.
En las ciudades de Polonia, en los nuevos negocios que los ucranianos están poniendo en marcha en Moldavia, en mis reuniones con comunidades y funcionarios de Moldavia y Ucrania, he oído una palabra una y otra vez: Recuperación.
Es un testimonio de la fuerza interior de un pueblo que ha vivido, y está viviendo, los horrores de la guerra. También habla de la determinación de la comunidad internacional y del multilateralismo.
Nos hemos comprometido a no olvidar a Ucrania. Nos hemos comprometido a ayudar al país y a su gente a recuperarse.
Más de 4,7 millones de ucranianos han regresado a sus hogares, un millón de ellos desde el extranjero. Saben dónde se sienten en casa y quieren controlar su futuro.
Y nosotros les estamos ayudando a conseguirlo. Más de cinco millones de personas han recibido asistencia directa de la OIM, con alimentos, agua, atención sanitaria, refugio, subsidios en efectivo, apoyo a la salud mental y, lo que es más importante, refugio, incluida la reparación de viviendas.
Se trata de la gente
Al entrar en Kiev desde Odesa, nos detuvimos en Bila Tserkva, que fue objeto de graves ataques el año pasado. Vimos cómo la OIM y nuestros socios internacionales han rehabilitado una estación de agua que abastece a 250.000 personas, además de reparar las instalaciones de alcantarillado y calefacción dañadas.
Este tipo de trabajo ayudará a los ucranianos a afrontar el próximo invierno con una luz de esperanza.
Y visitamos el hospital local, también gravemente dañado por los ataques aéreos. Es uno de los 463 edificios de infraestructuras clave que la OIM ha ayudado a renovar.
Pero la recuperación va más allá de los ladrillos, el cemento, las tuberías y los cables… Se trata de las personas.
En Bila Tserkva, nuestros programas están concediendo subvenciones a peluqueros y esteticistas, sastres, contadores y baristas. Ayudamos a la gente a volver a trabajar hoy y les damos esperanzas de un mejor mañana.
Nuestro programa de subvenciones a empresas ha brindado apoyo a 500 pequeñas empresas y microempresas afectadas por la guerra y les ha ayudado a conservar más de 4000 puestos de trabajo y a crear más de 1700 nuevos empleos.
También ayudamos a los ucranianos a sanar sus heridas invisibles mediante la superación del estigma relacionado con la búsqueda de apoyo para la salud mental, asesoramiento individual y actividades psicosociales comunitarias, y mediante la tutoría de profesionales locales de la salud mental.
Esta guerra nos ha unido como nunca
También pienso en el más de medio millón de no ucranianos que tuvieron que marcharse tras la invasión y que están repartidos por toda Europa y por todo el mundo.
Eran estudiantes, migrantes laborales, empresarios y personas en busca de una vida mejor. Ellos, y gente como ellos, desempeñarán un papel enorme en la reconstrucción y rehabilitación de Ucrania, cuando la guerra termine, porque algún día tendrá que acabar.
Mientras esperaba en el búnker a que se diera el aviso de que todo estaba despejado, resonaron en mis oídos las palabras de una joven madre, una refugiada ucraniana que conocí en Moldavia al principio de mi viaje: «Esta guerra nos ha unido como nunca. Nunca habría creído lo fuertes que son nuestros lazos, lo mucho que queremos ayudarnos unos a otros«.
Los retos son enormes, y habrá más vidas perdidas, más comunidades devastadas, y aun así millones de personas trabajarán sin descanso para mejorar el futuro de sus familias y apoyar la recuperación de su país. Nosotros lo sabemos. Por eso nos quedamos. Por eso estoy aquí».