Hasta hace un año las únicas olas que nos preocupaban eran las de los temporales de levante, pero ahora nos ahogan las olas de la pandemia y las de frio, especialmente la primera; la otra, la de frio, terminara por irse, pero el virus parece que ha venido para quedarse. La COVID le ha cogido el gusto a que sonriamos con la mirada, a tenernos encerrados, a que la economía se vaya por el sumidero y al espectáculo que semanalmente nos monta el gobierno de España por televisión con “Don Simón” como payaso mayor de reino. La última ha sido que la variante inglesa del virus tendrá una incidencia “marginal” en España, cuando resulta que esa cepa tiene un 70% más de capacidad infecciosa que la “normal”, pero el buen señor dice que la subida de contagios se debe sobre todo a que “lo hemos pasado mejor de lo que debiéramos en Navidades” … Y se queda tan a gusto, sabedor de que nadie lo va a remover de su sillón por mas disparates que diga, porque después de un año empalmando disparates, desde poner en duda el uso de mascarillas o la trasmisión del virus por aerosoles, pasando por irse de vacaciones en el pico más alto de la pandemia, nadie en el gobierno ha cuestionado sus capacidades pese a que tanto los hechos como la comunidad científica lo desacreditan continuamente. Y es que como saben es imposible que el olmo de peras: si tenemos un gobierno bipolar -física y mentalmente-, narcisista y profundamente alejado de otra realidad que no sea la suya propia, con un ministro de Sanidad Licenciado en Filosofía, con todo eso, es fácil entender que el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias no sepa ni asesorar, ni gestionar, ni comunicar, ni siquiera tenga el MIR, ni una especialidad reglada en España. Y es que este señor no es mas que “un fusible” del gobierno que es quien realmente toma las decisiones que le recomienda un grupo de expertos que ha reconocido no existe…
Y con estos mimbres y sin un plan nacional de vacunación, comenzamos la 3º ola de la pandemia, y vendrá una cuarta, y quinta y todas las que vengan hasta que seamos inmunes a fuerza de infectarnos y lograr sobrevivir… Bueno, quizás en breve cambiemos de Ministro de Sanidad cuando Illa de el salto a Cataluña. Ojalá el gobierno se “equivoque” y el próximo ministro o ministra sea capaz de levantar un poco el listón del “ministro funerario Illa”, como lo llama un médico de atención primaria malagueño que no tiene pelos en la lengua… Porque digo yo que un día de estos acertarán, a fuerza de equivocarse, y alguna ola nos pillará prevenidos… o no, con este desgobierno todo es posible.
La historia es que se ha comenzado a vacunar en plena Navidad con un plan de vacunación gubernamental de la marca “sálvese quien pueda”, conforme al cual se supone que alcanzaremos la llamada “inmunidad de rebaño”, según el inefable ministro Illa, a final del verano… Pero lo cierto es que después de la foto propagandística de la llegada de la vacuna con las pegatinas gubernamentales y la foto de Doña Araceli, vacunándose, no hay una planificación operativa, incluso algunas comunidades como la Catalana han confesado carecer de los congeladores necesarios para almacenar la vacuna hasta mediados de febrero(sic); tampoco han recibido formación suficientes nuestros sanitarios, ni refuerzos, pese a haber aumentado exponencialmente su carga de trabajo; piensen además que hay que revacunar al mismo tiempo que administrar nuevas dosis con lo que la carga de trabajo se intensificará exponencialmente al paso de las semanas… sin reforzar plantillas, rechazando incluso lugares idóneos de vacunación como las farmacias… Lo cierto es que a día de hoy se vacuna a un ritmo de 25.000 personas diarias lo que implicaría que alcanzar los 33 millones necesarios para adquirir la inmunidad de rebaño nos llevaría 7 años y 2 meses… Y un último apunte: no se sabe cuánto tiempo pueda dura la inmunidad que genera la vacuna. Tenemos tiempo para pergeñar algún plan, digo yo, pero mientras el criterio de la gestión de la pandemia sea político y no sanitario estaremos aguantando los ciudadanos “olas y adioses”, contemplando espectáculos gubernamentales y contabilizando muertos diarios. Esa es la única y triste realidad que parece no importar a quienes nos gobiernan. Pero entre saludos y adioses a las olas de COVID the show must go on, el show debe continuar, como en la canción de Queen.