Una vez más, volvemos a alzar la voz para reivindicar la libertad de la mujer. Esta vez, la libertad de ser y amar de las mujeres lesbianas.
Desde los comienzos de la lucha LGTBI, el movimiento obrero ha estado ahí. Comisiones Obreras ha reivindicado los derechos de nuestras compañeras lesbianas para romper con todo aquel estereotipo que las invisibiliza.
Estos estereotipos han sido engendrados desde hace siglos para cohibir y desacreditar la autonomía e independencia de la mujer. Creados para apresarla dentro del sistema heteropatriarcal y moldearla como la «mujer perfecta»: buena hija, femenina y callada, señora o señorita, cuya única labor es cuidar con esmero de su casa e hijes mientras espera impaciente la llegada de su marido. Aunque parece cosa del pasado, este es el resultado de una constante discriminación colectiva.
Ese sórdido reflejo de una sociedad que presupone nuestra orientación sexual según los cánones marcados. Un caos asentado en lo blanco y heteronormativo, que provoca un sinfín de situaciones injustas y precarias.
Cuando hablamos de sexualidad, nos encontramos frente a otra barrera construida en base a los tabús. Por ello, consideramos esencial educar en diversidad sexual y de género no dejando a nadie atrás, sin negarle a las mujeres lesbianas de nuestra historia su existencia e importancia en esta lucha.
Una de las principales consecuencias es la hipersexualización de la mujer en cualquiera de sus formas. La lesbofobia también hace estragos en el recurso más utilizado por todes, Internet, donde se nos muestra sin reparo como un mero objeto sexual, expuestas para satisfascer exclusivamente el deseo masculino. Con este concepto totalmente canalizado, nos preguntan cómo nos desenvolvemos en nuestras relaciones sexuales, cuál de nosotras es «el hombre de la relación», quien de las dos será madre o expresiones tan ignorantes como «no pareces lesbiana»… Son algunas de las muchas situaciones desagradables por la que una mujer lesbiana pasa a lo largo de su vida.
Este rechazo es visible incluso dentro del propio colectivo LGTBI. El machismo y la plumofobia nos impiden desarrollarnos como mujeres. Progresar nuestras actitudes y aptitudes en nuestros puestos de trabajo. Y, lo más importante, nos niega la posibilidad de crecer en libertad.
La intolerancia se encuentra en todos los ámbitos, y como no podía ser de otra forma, también en nuestros puestos de trabajo. Consideramos necesarias una serie de medidas de protección al conjunto de las mujeres trabajadoras y lesbianas que sufren en su ámbito laboral esa desigualdad por cuestión de género y, además, de orientación sexual.
Sin olvidar la situación más complicada y destructiva: el rechazo dentro del propio hogar. Muchas compañeras se han sentido desamparadas, viviendo con miedo a su propio entorno familiar, encontrándose en muchas ocasiones en la obligación de abandonar sus casas sin ningún tipo de recurso económico o, en el peor de todos los casos, vivir una vida que no les corresponde sumergidas en una mentira.
Debemos reflexionar, (re)educarnos y echar la mirada atrás para resaltar la relevancia de estas mujeres lesbianas, grandes desconocidas de la historia. Esa historia escrita por y para hombres en la que siempre fuimos silenciadas.
Por ello, este 26 de abril también estamos a vuestro lado.
Amigas y compañeras lesbianas, no vamos a permitir que nos silencien, nos denigren y nos humillen.
Nuestra lucha acaba de empezar.
Juntas, unidas y más fuertes que nunca.