España será anfitriona del Mundial de Fútbol 2030 junto con Portugal y Marruecos, en lo que el Gobierno calificaba como “un día histórico” para el país. Sin embargo, los antecedentes económicos de estos eventos han suscitado una pregunta clave: ¿es rentable organizar un Mundial o es una apuesta destinada al fracaso financiero?
La ministra de Deportes, Pilar Alegría, celebró la noticia asegurando que España tiene la “grandeza” para acoger un evento de tal magnitud. Pero la experiencia de España con el Mundial de 1982, que dejó pérdidas de 600 millones de pesetas, y las historias similares de otros países anfitriones, plantean serias dudas sobre la viabilidad económica de esta decisión.
El optimismo del Gobierno frente a las cifras históricas
El Gobierno español ha hecho proyecciones ambiciosas: estima que el Mundial generará 5.120 millones de euros en PIB, 82.513 empleos a tiempo completo y un gasto turístico superior a los 5.500 millones de euros. Todo esto frente a un coste estimado de 750 millones en infraestructuras deportivas y 683 millones en organización.
Sin embargo, estudios recientes contradicen este optimismo. Un análisis de 2022 publicado en la revista Environment and Planning A: Economy and Space concluye que el 92% de los Mundiales han registrado déficits económicos. Según los autores, estos resultados no dependen de errores en la organización, sino de un problema estructural: los costos de los Mundiales suelen ser sistemáticamente subestimados, mientras que los beneficios se sobreestiman.
Los verdaderos ganadores: la FIFA y las constructoras
La FIFA, el principal organizador del evento, ha sido históricamente la única entidad que obtiene beneficios asegurados. Como explica el periodista Javier Ruiz, la FIFA delega los costos a los países anfitriones mientras asegura sus ingresos a través de derechos de televisión y patrocinadores.
Además, eventos como este benefician a grandes empresas de construcción, encargadas de las infraestructuras necesarias para el torneo. Estas inversiones suelen provenir de fondos públicos, dejando al Estado con la carga financiera y a las constructoras con las ganancias.
¿Qué busca España realmente?
A pesar de los riesgos económicos, el Gobierno español insiste en que el Mundial representa una oportunidad para proyectar la imagen del país, fomentar el turismo y transformar la industria del deporte. Según el Consejo Superior de Deportes (CSD), el hecho de que España cuente ya con estadios reconocidos como el Santiago Bernabéu, el Camp Nou y el Metropolitano reduce considerablemente los costos en infraestructuras.
El CSD asegura además que este Mundial será “el más sostenible de la historia”, con medidas para minimizar la huella energética y optimizar el transporte. Sin embargo, los críticos señalan que los costos imprevistos y las complicaciones logísticas podrían hacer que el gasto final sea muy superior a lo estimado.
El “orgullo nacional” como justificación
Más allá de los números, organizar un Mundial tiene un impacto intangible: el orgullo nacional. Según un estudio sobre el Mundial de 2006 en Alemania, aunque los beneficios económicos fueron limitados, el evento incrementó significativamente la felicidad de los ciudadanos.
El economista Victor Matheson, que estudió los efectos económicos de los grandes eventos deportivos, identifica tres razones por las que los países siguen apostando por organizar estos eventos: los beneficios para empresas constructoras, el deseo de los líderes políticos de demostrar poder económico y político, y el impacto emocional en la población.
¿Ruina económica o legado positivo?
El debate sobre la rentabilidad de los Mundiales sigue abierto. Para España, el de 2030 puede ser una oportunidad de reputación global y promoción turística, pero con el riesgo de repetir la historia de pérdidas económicas.
Mientras tanto, la FIFA, como siempre, se asegura de salir ganando. Para el resto, queda la esperanza de que esta vez, con una planificación adecuada y el uso de infraestructuras existentes, el Mundial deje más que un impacto emocional y una larga factura por pagar.