La Audiencia Nacional afronta un otoño clave en la lucha contra la corrupción con la apertura de las vistas orales de dos de los procesos judiciales más relevantes de los últimos años: el juicio al clan Pujol y el último tramo del caso Gürtel. Ambos procedimientos se han convertido en símbolos de una etapa marcada por los grandes escándalos de corrupción que sacudieron las instituciones y deterioraron la confianza ciudadana en la política.
Por un lado, el juicio al expresidente de la Generalitat Jordi Pujol y a varios miembros de su familia pondrá bajo la lupa décadas de sospechas sobre el origen de su fortuna. La Fiscalía Anticorrupción sostiene que el clan habría ocultado importantes cantidades de dinero en el extranjero, utilizando estructuras financieras para eludir a Hacienda y blanquear capitales. Este caso ha generado un fuerte impacto en Cataluña, al tratarse de una figura histórica que durante años fue referente político y que ahora se enfrenta a acusaciones que cuestionan su legado.
En paralelo, la Audiencia Nacional abrirá también el último capítulo del caso Gürtel, la macrotrama de corrupción vinculada a la financiación irregular del Partido Popular. Tras varias sentencias que ya condenaron a empresarios y exdirigentes del PP, este nuevo juicio pretende cerrar definitivamente un proceso que ha marcado la política española en los últimos quince años. Gürtel no solo provocó la caída de Mariano Rajoy en 2018 tras la moción de censura impulsada por el PSOE, sino que además abrió un debate social sobre la necesidad de regeneración democrática.
La coincidencia temporal de estos juicios coloca de nuevo a la corrupción entre los principales problemas que señalan los españoles en los barómetros del CIS. Aunque en los últimos años la preocupación había quedado eclipsada por la pandemia, la inflación o la situación económica, los casos judiciales vuelven a recordarle a la ciudadanía los episodios más oscuros de la política reciente.
El Gobierno y el PSOE, conscientes de la sensibilidad social en torno a este asunto, tratan de marcar distancias con los nuevos frentes judiciales que podrían salpicarles. En un momento de gran polarización política, la estrategia pasa por minimizar el impacto de las investigaciones y centrar el debate en la agenda económica y social. Sin embargo, la reaparición de estos macrojuicios amenaza con alterar el discurso político del otoño, reabriendo viejas heridas y alimentando el escepticismo de la ciudadanía hacia los partidos tradicionales.
Con el inicio de las vistas, España se enfrenta no solo al cierre de dos de las causas de corrupción más mediáticas de su historia reciente, sino también a una oportunidad para reforzar la rendición de cuentas y avanzar hacia una mayor transparencia institucional. El resultado de estos procesos no solo determinará responsabilidades individuales, sino que también marcará la memoria colectiva de un país que aún lidia con las consecuencias de los excesos del pasado.