Tras la trágica explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto, que ha provocado numerosas víctimas e importantes daños materiales en la ciudad, la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, se puso inmediatamente en contacto con su homólogo libanés, Charbel Wehbe para expresar su solidaridad y conocer las necesidades inmediatas del país
Atendiendo sus peticiones, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) ha coordinado a través de su Oficina de Ayuda Humanitaria (OAH) el envío de ayuda de emergencia.
Parte de esta ayuda será transportada en un avión de sostenimiento A400 del Ejército del Aire español y que saldrá desde la base aérea de Zaragoza el próximo martes 11 de agosto. Este envío incluirá 10 toneladas de trigo, puestos a disposición por la Fundación Internacional Olof Palme, dado que la explosión ha provocado desabastecimiento en este alimento básico.
AECID enviará además suministros médicos, medicinas y Equipos de Protección Individual (EPIs), para su uso en clínicas móviles y centros de salud. También ha puesto a disposición de las autoridades libanesas equipos de cobijo para la población que ha perdido su hogar por la explosión.
Asimismo, como respuesta al llamamiento de la Federación Internacional de la Cruz Roja, la AECID va a contribuir con 50.000 euros, que apoyarán el plan de respuesta de la Cruz Roja Libanesa para reforzar servicios pre-hospitalarios, de primeros auxilios y de transfusión de sangre, además de atender las necesidades básicas de las comunidades más afectadas.
AECID ha activado también el convenio de emergencia con la Cruz Roja Española por un total de 100.000 euros para apoyar este plan de respuesta de la Cruz Roja Libanesa. Y desde España se mantendrá la atención a nuevos llamamientos internacionales que se puedan producir.
La Cruz Roja Libanesa es la institución humanitaria que está brindando sobre el terreno la primera respuesta de atención urgente a los miles de personas afectadas por la explosión. España se suma a las contribuciones de la Unión Europea y otros países, volcados con Líbano ante la magnitud de esta crisis que acrecienta los problemas del país.
Por su parte, el Ministerio de Defensa se ha ofrecido desde el primer momento a prestar ayuda humanitaria a través del contingente español en UNIFIL, la operación de mantenimiento de paz al sur del Líbano, donde mantiene el mayor despliegue en el exterior desde 2006, contribuyendo a la paz y la seguridad de Líbano y la región.
A petición del Mando de UNIFIL, el general de brigada Fernández Herrero, jefe del Sector Este de la Misión, remitió las capacidades que los contingentes bajo su mando podrían aportar para dar apoyo a la ciudad de Beirut en el caso de que se solicitaran. Incluyen una unidad de ingenieros y una unidad de apoyo logístico, así como capacidades médicas y de reconocimiento y detección NBQ. Las unidades estarían formadas por medios y personal de nacionalidades nepalí, indonesia e hindú, además de española.
Cuando un pueblo se exalta es difícil calmarlo, y más aún como en el caso de los libaneses, sometidos a décadas de corrupción, miserias y privaciones. Ahora, los prebostes libaneses, que han llevado el Líbano a tal estado de postración, prometen llamar al pueblo a votar para elegir a otros políticos. Mientras, se están produciendo dimisiones en cadena entre los prebostes libaneses que quieren huir de la quema y no quieren que la rabia y la furia del populacho les alcance. Pero no, lo realmente podrido es el sistema implantado en el Líbano. Es lo que hay que cambiar, el sistema, los dirigentes también, pero, ante todo, el sistema por el que se rigen los libaneses. Observe el lector: el presidente del país ha de ser un cristiano, el primer ministro, un musulmán suní, y el presidente del Parlamento, un musulmán chií. Es decir, que en el país no se es libanés, sino cristiano, musulmán suni o chí. O druso, otra minoría. Increíble: un país dirigido por ideologias religiosas. Y hay que contar con Hizbolá, de confesión chií, que conforma un estado dentro del Estado libanés. Con su ejército y sus secuaces. Total, una mierda de país. Pero antes de ir a elecciones hay que cortar por lo sano, hay que sanear el país. ¿Cómo? Pidiendo responsabilidades a los que hasta ahora han gobernado y dirigido el país, desde el Poder ejecutivo, legislativo y judicial. Todos han de pasar por el banquillo de los acusados y pagar por sus tropelías. ¿Cómo? Bien, con años de cárcel, trabajos forzados y si son culpables de crimenes, con el patíbulo. ¿Por qué? Porque si no hay un escarmiento los dirigentes que vengan detrás de estos volverán a las andadas. Este ha de ser el punto de partida para crear un nuevo Líbano. Y por su puesto acabar con esa constitución que permite esa charlotada de cristianos en la presidencia y de musulmanes suníes de Primer ministro y de musulmanes chiíes de Presidentes del Parlamento. Y poner a Hizbolá fuera de la ley, junto con sus secuaces. La explosión social llevada a cabo por los ciudadanos libaneses deberia ser un aldabonazo en la conciencia de países carcomidos por la corrupción, la mentira y la molicie que han convertido a sus ciudadanos –como en el caso de España– en ganado conducido al matadero tirado por el ronzal. Así que se anden con ojo los prebostes de medio pelo –entre ellos, los españoles– que puede que esa explosión les ‘explote’ en sus propias narices. Estaremos atentos a la pantalla.