El partido de octavos de final de la Copa del Mundo entre España y Marruecos, que se jugará en Qatar este martes, reunirá a miles de aficionados al fútbol de ambos lados de la frontera alrededor de las pantallas, muchos en sus casas y otros en los bares y cafeterías donde podrán disfrutar de un acontecimiento deportivo que, sin duda, es más que un partido de fútbol. Del resultado saldrá qué país mantendrá vivo su sueño de seguir pensando en ganar la copa del mundo de este 2022
Pero en ninguna parte los corazones están tan divididos en una ciudad donde las identidades, tanto nacionales como religiosas, a menudo se mezclan de maneras impredecibles que confunden el deporte con el fanatismo político.
Sufian Mrabet, un joven camarero de 25 años nacido en Chefchauoen, lleva desde los 9 años en Ceuta. Él es uno de los tantos niños marroquíes que cruzaron la frontera solos en busca de una vida mejor y estuvo acogido en el centro de menores de la Esperanza. Sufian se siente agradecido por la oportunidad que le brindaron y que ha hecho que hoy día tenga la oportunidad de trabajar en Ceuta. Él apuesta por la victoria de Marruecos en el partido del martes porque piensa que el combinado marroquí es un equipo sólido y con buenos jugadores. Si gana España también se sentirá contento porque para él es su casa. «Si gana España iré a muerte con ella para que gane el mundial. Hay una buena relación entre los dos países porque somos vecinos. Ganará Marruecos por 2-1, y marcará Mrabet, se llama igual que yo«.
Para Karim Abdeselam, un taxista ceutí, este encuentro es solo un partido de fútbol y no tiene que haber ningún problema. «No habrá malos rollos ni nada parecido, sino que será un partido disputado y ganará el mejor. Yo quiero que gane España que es mi país, pero si pierde, me gustaría que Marruecos pudiera, al menos, llegar a la final porque son nuestros vecinos y nos une mucho más que el deporte, por ejemplo, es el principal socio económico de España y, sobre todo, y lo que nos afecta aquí, los lazos familiares de muchos ceutíes«.
El equipo nacional de Marruecos es un reflejo de los vínculos con España, donde los marroquíes constituyen la comunidad extranjera más grande con 800.000 residentes en un país de 47 millones de habitantes. Varios jugadores juegan en clubes españoles, como el delantero del Sevilla, Youssef En-Nesyri, y el portero Yassine Bounou. El talentoso lateral derecho Achraf Hakimi, jugador del Paris Saint-Germain, nació en Madrid y el portero Munir, que jugó en varios clubes de la ciudad entre ellos el primer equipo, la AD Ceuta.
Mohamed Laarbi, de 28 años, es el encargado de un restaurante en la barriada Juan Carlos I donde se ven todos los partidos del Mundial. Es español de tercera generación y apuesta totalmente por España. Espera que el partido, independientemente del resultado, no conlleve problemas graves como los disturbios en Bélgica y Holanda después de que Marruecos venciera a Bélgica en la fase de grupos. «Marruecos está jugando bien, pero cuando se enfrenten a España, chocarán con un muro», bromea. «Y luego el juego termina, eso es todo». Aún así, reconoció que él y otros musulmanes de Ceuta o de Melilla están atrapados en una tierra de nadie identitaria. Se ven constantemente teniendo que justificar su españolidad y su amor a la tierra que los vio nacer desde que el discurso de la ultraderecha de Vox pone en entredicho la identidad española de pleno derecho de casi la mitad de la población de Ceuta: «los marroquíes dicen que no somos marroquíes, que somos hijos de españoles, mientras que los españoles de la Península dicen que no somos españoles», dijo. «Hay gente del otro lado del Estrecho que cuando dices que eres de Ceuta, tienes que enseñarles dónde está, y te dicen que eso es África». Laarbi apuesta y está seguro de que España vencerá el choque entre los equipos de España y Marruecos.
Sulaika, ceutí de 26 años, hija de un matrimonio mixto, se siente «100% española» pero, cuando llegue el partido del martes en Qatar, sus simpatías se inclinarán hacia Marruecos, la tierra de su abuelo. «Soy española y quiero que gane España, pero yo apoyo a Marruecos… cuando juega Marruecos algo me mueve dentro», dijo en el cafetería donde trabaja. «Que ganen algo, que la gente pueda decir, mira, Marruecos no es solo un lugar pobre». Pero las lealtades se desdibujan en Ceuta, donde las identidades a menudo se mezclan de manera impredecible. La joven, casada y con una hija, es española, pero sus simpatías se inclinarán hacia Marruecos cuando comience el martes en Qatar. Ella dice: «cuando toca Marruecos algo se mueve dentro de mí».
El mundial de Qatar tiene la habilidad de enfrentar a países como Estados Unidos e Irán, que jugaron la semana pasada. Estos enfrentamientos se sobrecargan con capas de simbolismo político. España y Marruecos están lejos de ser rivales geopolíticos, pero su larga y compleja relación sin duda formará parte del telón de fondo del partido en el estadio catarí.
Ceuta, con una población mixta de cristianos y musulmanes, en su mayoría, presume de ser crisol de cuatro culturas junto a judíos y hindúes, enriquecen a una ciudad regada por dos mares que desembarcan en sus playas que miran de cerca al Estrecho de Gibraltar.
La ciudadanía española y marroquí, residentes y trabajadores transfronterizos, viven y trabajan en relativa armonía. Sin embargo, en mayo de 2021, Marruecos permitió que miles de personas, en su mayoría hombres, marroquíes y migrantes africanos, llegaran a Ceuta. Marruecos no reconoce oficialmente a las dos ciudades norteafricanas como territorio español. La medida se interpretó como una represalia de Marruecos por la decisión de España de permitir que el líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, fuera tratado por COVID-19 en un hospital español. Este episodio junto al cierre de la frontera por Marruecos durante dos años para controlar la pandemia dañó la economía a ambos lados de la frontera. Las tensiones se calmaron y la frontera se reabrió después de que el Gobierno de España apostase por la solución marroquí con respecto al Sáhara y el presidente del Gobierno de España se reuniera con el rey Mohammed VI en abril.
Para Mohamed Et Touzani, un peluquero de 35 años, el mensaje es claro: disfrutar del partido. Touzani, procedente de Fez, vive desde hace 15 años en España y dice que es «como mi casa». Tiene una casa, como mucha gente con raíces en Marruecos, al otro lado de la frontera. Planea ver el partido con amigos españoles en un bar «cristiano» y animará a Marruecos. «El fútbol es fútbol y la política es política», dijo. «Así que vamos a jugar un partido de fútbol y pasar un buen rato. Marruecos tiene rojo y verde (en su bandera), España tiene rojo y amarillo. Tenemos eso en común. Somos vecinos y debemos vivir como si fuéramos hermanos«.
Pero para muchas personas como Sulaika, Sufian, Karim o Mohamed, que viven o trabajan en Ceuta, el partido no los partirá en dos. Es más, estarán felices de que España o Marruecos alcancen los cuartos de final y empujarán para que el ganador llegue hasta la final y levante el la Copa del Mundo en Qatar.