La nueva diplomacia estadounidense prioriza a Marruecos y Ruanda antes que a España
El aterrizaje de una nueva administración en la Casa Blanca conlleva una cuidadosa coreografía de llamadas y reuniones que reflejan las prioridades estratégicas del nuevo Gobierno. En los primeros nueve días desde la toma de posesión de Donald Trump, su secretario de Estado, Marco Rubio, ha mantenido conversaciones con más de 40 líderes y ministros de Exteriores de todo el mundo. Sin embargo, en esa intensa agenda diplomática todavía no ha habido espacio para el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares.
Prioridades geopolíticas: el Indopacífico y Oriente Medio
Las primeras llamadas de Rubio han dejado claro el enfoque de la nueva Administración. Su estreno diplomático fue con los ministros de Exteriores de India, Australia y Japón, miembros del grupo ‘Quad’, una alianza clave en la estrategia estadounidense frente a China. A estas conversaciones se sumó posteriormente una llamada a Filipinas, otra pieza fundamental en la región del Indopacífico.
El siguiente paso fue un contacto con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su ministro de Exteriores, subrayando la prioridad de Trump en Oriente Medio. El presidente estadounidense ya ha planteado una controvertida solución para Gaza, proponiendo a Egipto y Jordania que reciban a un millón y medio de palestinos desplazados de la Franja. Una propuesta rechazada de inmediato por ambos países, pero que Rubio ha respaldado a través de contactos con sus respectivos ministros de Exteriores.
El peso de América Latina en la agenda de Rubio
La influencia personal de Rubio, de origen cubano y conocido por su línea dura contra el chavismo, se ha reflejado en su agenda latinoamericana. Dos días después de asumir su cargo, llamó personalmente a Edmundo González Urrutia, considerado el “legítimo presidente de Venezuela” por la oposición, así como a María Corina Machado, líder de la oposición democrática. Sin embargo, en este contexto, España tampoco ha sido un interlocutor prioritario para Washington.
En cuanto a Europa, Rubio ha hablado con los ministros de Exteriores de Alemania, Francia y Reino Unido, aunque antes lo hizo con sus homólogos de Estonia, Lituania, Letonia, Hungría e Italia. Este orden de contactos ha generado inquietud en Bruselas, donde la alta representante de la UE para Política Exterior, Kaja Kallas, ha invitado a Rubio a un Consejo de Asuntos Exteriores, aunque por ahora no ha habido confirmación de su participación.
Marruecos, una relación estratégica para EE.UU.
Entre los países que han recibido la atención prioritaria de la nueva administración está Marruecos. Rubio ha mantenido una conversación con su ministro de Exteriores, Nasser Burita, prácticamente en paralelo a su llamada a su homólogo francés. Este contacto refuerza la percepción de que Washington considera a Rabat como su socio preferente en el Mediterráneo, incluso por encima de España.
Un informe del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) ya advertía en 2023 que EE.UU. estaba priorizando su relación con Marruecos en detrimento de España, principalmente por su estrecha cooperación con Israel. Fue Trump quien, a través de los Acuerdos de Abraham, consolidó la relación entre el reino alauita y el Estado hebreo, reforzando así su alianza con Washington.
En este contexto, surgen interrogantes sobre el futuro de la cooperación en defensa entre España y EE.UU. Las bases de Morón y Rota siguen siendo estratégicas, pero el gasto en defensa español está en la mira de Trump. “España es muy bajo. ¿Son una nación de los BRICS?”, ironizó el presidente estadounidense cuando le preguntaron sobre el gasto militar español, que sigue por debajo del 2% del PIB exigido por la OTAN.
La llamada que no llega
Rubio ha seguido ampliando su lista de contactos, incluyendo países como Kenia, Guyana, Qatar, Argelia, Ruanda y la República Democrática del Congo, en plena crisis por el avance de la milicia M23 en Goma. También ha hablado con Finlandia.
España, en cambio, sigue esperando. A día de hoy, 29 de enero, la llamada de Washington a Madrid aún no ha llegado