Este miércoles, 8 de noviembre, se ha publicado la Encuesta Europea de Violencia de Género 2022 (EEVG), la primera encuesta sobre violencia contra la mujer que se realiza dentro del marco del Sistema Estadístico Europeo (SEE), cuya coordinación lleva a cabo Eurostat (Comisión Europea), la oficina estadística de la Unión Europea
La EEVG proporciona datos sobre la prevalencia de la violencia contra las mujeres y sus distintos tipos (violencia en la pareja, violencia fuera del ámbito de la pareja, violencia doméstica, acoso sexual en el trabajo, acoso reiterado y violencia en la infancia), así como información sobre su frecuencia y gravedad.
Violencia en la pareja
Del total de mujeres residentes en España que tienen entre 16 y 74 años y que han tenido pareja alguna vez, se estima que el 28,7% (4.806.054 mujeres) ha sido víctima de algún tipo de violencia (psicológica, física – incluyendo amenazas -, sexual) en la pareja o expareja.
Se estima una mayor prevalencia de la violencia psicológica (27,8%) frente a la violencia física -incluyendo amenazas- (12,7%) o la violencia sexual (6,7%): el daño y/o riesgo para la integridad psíquica y emocional de la víctima sigue siendo la forma de violencia contra las mujeres más prevalente. Los modelos explicativos de la violencia contra las mujeres constatan que la dinámica de la violencia que se ejerce contra las mujeres en pareja o expareja no se produce de manera repentina, siendo resultado de un proceso de maltrato psicológico y psíquico más prolongado que va aumentando en intensidad y frecuencia. Los estudios también constatan que siempre que existe violencia física, se ejerce también la violencia psicológica.
Baja autopercepción de la violencia sexual en la pareja o expareja (6,7%): la existencia de una menor prevalencia de la violencia sexual en la pareja o expareja (6,7%) en relación a otras formas de violencia como la física o psíquica puede deberse a que tal y como apunta la literatura científica producida en los últimos años, las víctimas siguen sin identificar o temen desvelar las violencias sexuales que las parejas o exparejas han ejercido contra ellas. Las causas son diversas y no se pueden extraer conclusiones unicausales.
Hay aspectos estructurales, así como individuales que pueden arrojar algunas conjeturas consensuadas en la literatura científica y en numerosos estudios.
La cultura de la violación y los mitos sobre la violencia sexual han representado en el imaginario colectivo casi en exclusividad como violencia sexual las agresiones sexuales más extremas, como la violación a través del uso fuerza, desenfocando otras formas de violencia sexuales que se ejercen también en las relaciones de pareja, como la coerción o el chantaje que se ejerce contra la pareja para tener relaciones sexuales sin que ella lo consienta o la obligación de mantener relaciones sexuales sin el uso del preservativo, entre otras. Los diferentes estudios señalan así mismo que existen aún numerosas dificultades entre las víctimas para identificar y definir las violencias sexuales que enfrentan contra ellas en la pareja, lo que explicaría la menor prevalencia respecto a otras violencias.
Violencia en la pareja por grupo de edad
La prevalencia estimada de la violencia en la pareja (psicológica, física – incluyendo amenazas -, sexual) varía entre: El 38,4% (909.941) de las mujeres entre 18 y 29 años y el 19,0% (468.062) de las mujeres entre 65 y 74 años.
A pesar de que la percepción de la violencia en pareja es menor según aumenta la edad, la diferente prevalencia aproxima algunas conclusiones relacionadas con la violencia que se ejerce en mujeres mayores.
Es importante señalar que, tal y como abordan algunos estudios como el elaborado por la Delegación del Gobierno, las mujeres mayores que sufren violencia de género han enfrentado de manera prolongada y cronificada situaciones de violencia a lo largo de su vida en un contexto social, cultural y político en el que la violencia de género estaba invisibilizada, normalizada e incluso aceptada en las relaciones de pareja.
La autopercepción de la violencia en edades por encima de los 65 podría estar relacionada con un desconocimiento de las expresiones de violencia de género en su cotidianidad, con la cronificación de la violencia enfrentada -algunas, por ejemplo, se convierten en las propias cuidadoras de los agresores-, con un aislamiento social y falta de apoyo familiar o con una desconexión en relación a recursos de acompañamiento aún deficientemente adaptados a sus necesidades. También es probable, que la invisibilización general de la violencia que se ejerce en mujeres mayores, refuerce las dificultades de autopercepción que las permitan desvelar la realidad enfrentada. En otros casos, la avanzada edad o la indefensión aprendida durante décadas puede llevar a las mujeres a no desvelar o identificar la violencia ante un escenario de desesperanza futura.
Violencia fuera de la pareja
Del total de mujeres residentes en España que tienen entre 16 y 74 años, se estima que el 20,2% (3.614.235 mujeres) han sido víctimas alguna vez desde los 15 años de algún tipo de violencia fuera de la pareja (física – incluyendo amenazas – y/o sexual).
Los resultados señalan que la violencia que sufren las mujeres fuera de la pareja se ejerce de manera abrumadora por hombres. Entre las mujeres que afirman haber sufrido violencia sexual fuera de la pareja, el porcentaje con agresor hombre asciende al 94,2%.
Los datos demuestran (3.614.235 de mujeres han sufrido alguna forma de violencia machista fuera de la pareja) que la violencia que se ejerce contra las mujeres forman parte de un continuo de violencia estructural histórica que se despliega en todos los espacios de socialización en los que se desenvuelven las mujeres y las niñas.
En el caso de la violencia sexual, se observa un ligero aumento de la violencia desvelada y autopercibida (13,7%) bajo la hipótesis, en el caso español, de que el contexto social, político y cultural de los últimos años haya situado la violencia sexual en el centro de la agenda política, comunicativa y social respecto a décadas pasadas en las que ésta estaba completamente invisibilizada tanto mediáticamente como institucionalmente. El aumento de las campañas de sensibilización y el rechazo social frente a la violencia sexual, posibilita un entorno de mayor seguridad y autopercepción de la violencia sexual enfrentada. A pesar de ello, la cultura de la violación, los mitos y prejuicios que se despliegan contra la credibilidad de las víctimas, siguen dificultando que éstas desvelen los hechos o no identifiquen otras formas de violencias sexual enfrentadas en el pasado o en el presente.
El cruce de datos entre el tipo de violencia sexual y el tipo de relación entre víctima y agresor revela que cuanto más cercana es la relación entre ambos, más grave es el tipo de violencia sexual. Concretamente, entre las mujeres que revelan haber sufrido una violación fuera de la pareja, el 77,5% afirma que el agresor era un hombre conocido.
Búsqueda de apoyo y respuesta institucional
Los datos, en la misma tendencia que otras encuestas o la Macroencuesta de 2019, siguen señalando que la mayoría de las mujeres que han sufrido violencia física (incluyendo amenazas) y/o sexual en la pareja no buscan apoyo en las principales instituciones encargadas de acompañar en el proceso de reparación frente a las violencias sufridas.
Es un dato alarmante que sólo un 16,3% de las mujeres acudan a servicios especializados o que únicamente el 24,4% hayan contactado con la policía. Las hipótesis que los diferentes estudios alcanzan son múltiples. Muchas mujeres siguen sin conocer el papel de los recursos especializados, claves en su proceso de recuperación integral y de salida de la violencia. Tampoco sienten suficiente confianza en la respuesta que puedan ofrecerles algunas instituciones. O bien por desconocimiento del funcionamiento de los procesos internos de éstas o por miedo a la posibilidad de la revictimización futura, como sucede con la interposición de denuncias en instancias policiales o judiciales.
Así mismo, en muchos casos, aún la falta de información, el miedo que implica para una mujer dar el paso de interponer una denuncia por la reacción del agresor, por la posibilidad de temer no ser creídas, o por otras circunstancias personales y estructurales de vulnerabilidad extrema que enfrentan (problemas de salud mental derivados de la violencia vivida, dependencia económica respecto al agresor, situación de extranjería o administrativa irregular, problemas de adicciones, aislamiento social, etc.) implica que la mayoría sigan sin pedir ayuda a las instituciones.
Las redes de apoyo cercanas siguen siendo percibidas como los espacios de principal seguridad para las mujeres a la hora de pedir ayuda y desvelar la situación de violencia que enfrentan.
En el caso de la violencia fuera de la pareja, los resultados son aún más preocupantes, sólo el 8,9% de las mujeres que han sufrido violencia fuera de la pareja han acudido a la policía, y únicamente el 3,8% han contactado con un servicio de apoyo a víctimas. Además, sólo un 10,7% han solicitado apoyo en el sistema sanitario o a servicios sociales. Estos datos demuestran que las instituciones públicas y los sistemas de recuperación integral para las víctimas de todas las formas de violencia contra las mujeres deben de redoblar de manera inmediata todos sus esfuerzos para que todas las mujeres puedan acceder a su derecho a la reparación integral tal y como consagran la LO 10/2022 y en la LO 1/2004.