La noticia salta cuando en un distrito escolar de Davis, en el estado de Utah (Estados Unidos), retiran la Biblia de las bibliotecas por contenido “pornográfico o indecente”, además de vulgar y violento, apoyándose en una ley que el congresista republicano, Ken Ivory, propuso e impulsó en el Congreso de los Estados Unidos. Con su ley, el legislador norteamericano permite tratar a la biblia como un libro de contenido inapropiado para la educación.
En Texas y en Kansas también tuvieron que ser retiradas de bibliotecas escolares después de que se recibieran varias quejas por su contenido sicalíptico. Un grupo de alumnos solicitó que este libro fuese retirado y así se hizo.
La Biblia, el libro religioso más influyente y respetado de la historia, sagrado para hebreos, musulmanes, cristianos, etcétera; soporte de la civilización occidental después de miles de años, unos pocos descerebrados consiguen vetarlo en escuelas, cuestionándolo de manera auténticamente salvaje.
Esta infame ley, cuyo protagonista ya he citado, fue aprobada en 2022 y ha servido para que estos ‘salvadores de la moral pública’ puedan retirar de los estantes y bibliotecas de los colegios más de 52 libros, casi todos relacionados con temática de género.
Cuando la gran mayoría de los ciudadanos de este mundo ‘civilizado’ pensábamos que la censura era cosa del pasado o de países donde impera una dictadura, va y aparece, nada más y nada menos que en EE.UU., la censura moderna, o sea la de siempre: perversa e irracional como todas las que han existido, solo que, en esta ocasión, con el agravante de que su ataque atenta contra los fundamentos intrínsecos de la fe de millones de personas de distintas confesiones.
¡Por tanto, hay que vigilar! Por aquello de: “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar pon las tuyas a remojar”. Lo ocurrido con la Santa Biblia es un elemento probatorio del cómo, en nuestra sociedad, se introducen facinerosos capaces de todo.
En España, grupos de esos a los que denomino minorías influyentes están teniendo una capacidad inusitada de subvertir, con total impunidad, el derecho y el prestigio de nuestras tradiciones, de nuestros ritos y costumbres. Y ¡ojo!, aunque estos personajillos soberbios e infantiles de poca monta resulten efímeros, el mal que proyectan queda hecho y a cualquier iniciativa para recuperar la cordura le llaman retroceso. ¡Ja, ja, retroceso !