Ayer tuvimos debate y al parecer lo vio mucha gente. Ayer al fin salía Sánchez de su encierro voluntario para preparar el debate. ¿Preparar el debate? ¿Seguro? Porque no demostró en ningún momento control alguno sobre los temas planteados ni las acciones ejecutadas premeditadamente por Fejóo. No supo responderle.
Ayer Sánchez parecía el candidato a la Moncloa que acababa de llegar de su Erasmus. Ayer Sánchez escenificó perfectamente por qué va a perder estas elecciones. Ayer Feijóo nos proporcionó una lección magistral de lo que se puede esperar de él y del PP: solvencia para gestionar las mentiras y aplomo para decirlas a la cara. Y Sánchez sin saber reponder. Ayer nos retrotraíamos a la época del más rancio bipartidismo que es a lo que nos están intentando llevar.
Ayer no escuchamos propuestas sino reproches, contrareproches y silencios. Escuchamos silencios, el más clamoroso de ellos el de esa parte de la sociedad española desafectada que no pensaba ir a votar y ahora lo tiene aún más claro. Ayer se conjugó con gran precisión el verbo perder. Lo conjugó Sánchez y los ciudadanos progresistas de este país, los de verdad no los del PSOE que con enorme rapidez y facilidad derivan su voto al PP o ven bien el veto de Yolanda a Irene.
Ayer se habló demasiado del ayer y nada del mañana. Ayer se tiraron a la cara injusticias y crueldades de nuestro pasado sin preocuparse por nuestro futuro ¿apareció la preocupación por el destrozo medioambiental aunque fuese de manera transversal con la suficiente solvencia y con la relevancia que merece esta cuestión? Ayer pudimos comprobar por qué hay ciudadanos que viven en el ayer, y peor todavía ¡defiende el ayer! proclaman con total desfachatez la involución.
Ayer las réplicas no estuvieron ni de lejos sustentadas en un discurso quirúrgico pero a la par sensible que pusiera a la ciudadanía en el centro de la discusión. Ayer lo menos relevante fue siempre la búsqueda de soluciones cargadas de utilidad práctica para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Ayer, como se está haciendo durante toda la campaña y se hizo en anteriores campañas, se agitó el miedo a VOX y eso no da resultado a la izquierda y sí potencia el voto de la ultra derecha. Ayer el famoso pegamento de Sánchez lo dejó pegado a un discurso arcaico que no ilusiona a los posibles votantes progresistas.
Ayer Feijóo hizo nuevos amigos, los que asesoraron a Sánchez sobre cómo afrontar el debate y que le proporcionaron unos miles más de votos a la derecha, casi más que los que ya ha regalado Tezanos con su último CIS. Ayer Sánchez estuvo tan nervioso que en ocasiones concretas rozó el histrionismo. Ayer Sánchez se refirió más veces a Abascal que al cambio climático “dándole cancha” y proyección mediática gratuita a este primo hermano de Meloni u Orbán.
“Ayer pasó el pasado con su historia/y su deshilachada incertidumbre/con su huella de espanto y de reproche” como dijera Benedetti. Desde ayer está más cerca la llegada a la Moncloa de un nuevo gallego gracias al traje de Zara que le hizo a medida el sastre Feijóo ¡eso sí, no de alta costura sino de bajo coste dado que se confeccionó con innumerables falsedades! Ayer se sacó de la chistera el pepero un contrato para que gobierne la lista más votada tirando a la basura lo primordial de nuestro sistema democrático: favorecer la lógica parlamentaria y representativa recogida en nuestra Constitución cuya esencia primordial es que en ausencia de mayorías absolutas deben gobernar las fuerzas capaces de pactar programas de gobierno.
Ayer Sánchez se tornó ayer, se confundió con el ayer y se creyó ayer, propiciando que el ayer pueda ser quien alcance el Gobierno de nuestro país. Ayer fue ayer pero el 23 de julio volverá a ser ayer…salvo que haya repetición electoral por falta de acuerdo con los que abanderan el ayer quitando las banderas del hoy. Es obligado traer al presente para que perdure en nuestra memoria y se transmute en futuro las palabras de Soul Etspes: “Cuando hueles a ayer estás muerto políticamente”.