La migración es un “fenómeno” necesario. El origen del sistema/mundo. Más allá de que se alardee de una postura u otra en discusiones superficiales y barriobajeras o chácharas en cualquier bar, lo cierto es que la explotaci(si)ón de los territorios y recursos naturales y humanos en los países de los que la gente huye son consecuencia de un modelo aniquilador. Una realidad en la que la mistificación de los hechos y el encubrimiento de los delitos actúan como el celofán coloreado que cubre la caja que oculta un regalo en su interior. Un presente en forma de proyectil.
¡No me hace falta el ábaco para (re)contar la historia! Números que son tan solo una parte irrisoria de los millones de símbolos incomprensibles para la mayor parte de los mortales. Los datos de gran tamaño y cuantía –big big data– nos ofrecen perspectivas grotescas, sino cómicas, de dirigentes políticos, económicos y sociales que han mordido el anzuelo. Una y otra vez. Incluso, parece que les atrae el sabor del puntiagudo metal al introducírseles en el cielo de la boca.
Entre las remesas de personas en situación de vulnerabilidad, cual carneros a degollar, se enmascaran matones tóxicos capaces de robar con destreza los modos no radicales de pensar a las generaciones más desasosegadas-. ¿Hace falta un análisis socio-antropológico para entender que la humanidad se encuentra al límite de sus fuerzas? La factura que nos toca pagar se va a firmar sobre la carne cruda de los todavía calientes cadáveres de millones de personas. Hemos convertido un planeta libre en una cárcel bajo la paráfrasis “proceso de integración inteligente”.
¿Pensar mal me hace pecar? No lo creo. Cohabitamos en ciudades inviv(s)ibles que ensanchan cada vez más la malla que las protege. CARTEL: Prohibido entrar… y salir. Sin embargo, seguimos con panegíricos dirigidos a los incansables azotadores de la democracia. Pero ¿qué cosa es la democracia? Se ciernen dudas y nubarrones sobre mi terraza. Difícil dar respuesta a esta demanda.
Ya no basta solo con travestir los géneros o criminalizar a los que llegan o se van. Además, consiste en institucionalizar la obsolescencia. Convertir a los pensionistas en parásitos. Un modelo maquiavélico –“El príncipe” es un libro indispensable– que explica todo sin hablar de nada. Naturaleza humana.
Imagino que, como lector, este texto te resulte abstracto. ¡Demasiado tienes con tu día a día y las facturas de la luz y el agua! –Y más que se van a encarecer debido a la guerra de Occidente contra Rusia–. Sin embargo, tu pobre cerebro sigue vagando por aquí y allá sin rumbo. Actúa como un moscardón golpeando su velluda cabeza contra el cristal. ¿Te has planteado salir de esta masa delirante en la que se ha convertido tu/nuestra sociedad? Quizá sigues pensando, con ilusa ilusión, que los oligarcas de turno te incluirán en su cons(as)piración.
Para acabar, he de decir que la deslocalización de nuestra identidad transformada en producto me provoca sentimientos encontrados. Despotricar del otro. Vomitar odio. Vivir en la f®icción. Fragmentación extrema que nos somete y empuja a un profundo individualismo, tal y como hace el instinto sexual en el pajillero adolescente. Casi enfermizo. ¡Bienvenid@ a la televisión del Gran Hermano!