La mala moral arraigada en la sociedad –mal denominada- occidental la ha llevado a enquistarse a nivel individual en cada uno de nosotros como el cancro en los huesos ulcerados de un enfermo en fase terminal. En este punto se encuentran los estados liberal-capitalistas que buscan la vacuna milagrosa que les permita permanecer, al menos, en estado vegetativo una o dos generaciones más. Un tiempo que en términos sistémicos e históricos resulta irrisorio, pero que, sin embargo, en mi tenue y liviana existencia como simple ser humano supone, al menos, dos tercios de mi carnal vivencia. De modo que, invadido por el deseo de la curiosidad, espero que se me ofrezca el privilegio de ver caer un sistema que hace aguas por todas partes y que arrastra, en su vaciado de cisterna, a todo el que se encuentra en sus inmediaciones.
No escribo con cortapisas, ni de cara a la galería -podría decir que me la suda que me lean-, así que me niego a calificar como emergencia un fenómeno completamente predecible. Es cuestión de tiempo que la entropía ponga cada orden en su caos. El conjunto de estados “soberanos” –el único Soberano en el que confío y siempre funciona es el que tiene 33% de volumen alcohólico- siguen en la cúspide del teatro de títeres en el que manipulan marionetas a su antojo. Un escenario al que, por supuesto, no están invitados otros títeres que, en un intento de romper las cuerdas que los mueven/oprimen, viajan proponiendo sus funciones/actuaciones tragicómicas en busca de una sala donde actuar e interactuar con otros actores. Sin embargo, estos “muñegotes originarios” se parecen más a Chucky que a la casa de muñecas de Pinypon. O, siguiendo con estas analogías, se comportan como el Mogwai Gizmo de la famosa película de los ochenta; aunque resultan amables y esponjosos, son capaces de procrear verdaderos monstruos.
¡La invasión tuvo lugar muchos años atrás! Justo cuando las “autoencumbradas” grandes potencias se dedicaron a ocupar otras tierras a través del exterminio y la expoliación. Unos pueblos que miraban con ojos desencajados -literalmente hablando- cómo los conquistadores blandían sus armas y les arrebataban lo que más (a)preciaban y (re)querían para subsistir. Sin embargo, en esta nueva realidad en la que nos encontramos, las (plata)formas mediáticas y digitales subrayan la idea de invasión bajo la subyacente sociedad “del pacto mundial”. Un pacto firmado por quienes juegan con cartas marcadas y un AS bajo la manga. ¿Por qué no juegan al cinquillo o a la brisca? No, son más de póker y blackjack.
Hasta la próxima semana… si se puede.