El magnate sudafricano deja su puesto en el Gobierno tras apenas cuatro meses, sin cumplir sus objetivos y lanzando duras críticas contra la política fiscal del presidente.
Elon Musk ha anunciado su salida del Gobierno de Donald Trump, apenas cuatro meses después de haber asumido un controvertido rol como asesor en temas de innovación y desarrollo económico. Lo que comenzó como una alianza estratégica entre dos de las figuras más disruptivas del panorama político y empresarial estadounidense, ha terminado en un desencuentro marcado por fricciones ideológicas, promesas incumplidas y recriminaciones públicas.
Musk, quien había prometido impulsar un ambicioso plan de recortes presupuestarios y modernización tecnológica en la administración federal, deja su cargo sin haber cumplido las metas trazadas. Fuentes cercanas al proceso señalan que el empresario se vio frustrado por la falta de apoyo interno y los constantes cambios de rumbo del presidente Trump.
En un comunicado publicado en su red social X, Musk no ocultó su decepción: «Las condiciones para una reforma fiscal efectiva no existen bajo esta administración. La política actual castiga la innovación y premia el despilfarro. No puedo ser cómplice de eso».
Desde la Casa Blanca, la respuesta no se hizo esperar. Un portavoz del presidente calificó la salida como “lamentable” pero aseguró que “el Gobierno continuará adelante con sus planes, con o sin Musk”. Sin embargo, detrás de las declaraciones oficiales, es evidente que la relación entre ambos se deterioró en las últimas semanas. Según reportes extraoficiales, hubo desencuentros constantes sobre temas fiscales, energéticos y de regulación tecnológica.
El distanciamiento entre el multimillonario y el presidente marca un nuevo capítulo en la ya volátil relación entre Silicon Valley y Washington. Para Musk, es otro episodio más en su historial de tensiones con el poder político; para Trump, una pérdida simbólica en medio de un periodo de creciente presión económica.
Aunque breve, la incursión de Elon Musk en el gobierno ha dejado una huella polémica y un mensaje claro: incluso las alianzas más inesperadas pueden desmoronarse cuando chocan los egos, las visiones de país y, sobre todo, los intereses personales.
