Las de vuelta que da la vida. Me alegra enormemente saber que mi papel en el Comité Federal fue el más correcto y el más responsable. Me alegra haber sido la única de Ceuta, con representación en dicho Comité, que apostó por la abstención, aunque eso me llevara al desgaste político y personal, pues tuve que pagar, al igual que el resto de mis compañeros y compañeras, un precio muy alto.
Esa defensa la hice internamente y públicamente, en todos los medios de comunicación.
Esa defensa la hice porque creía firmemente que si no podíamos formar un Gobierno, porque no teníamos alternativa para ello, no podíamos impedir a quien sí podía, que en este caso, muy a mí pesar, era Rajoy. El no hacerlo nos hubiera llevado a otras elecciones generales y hubiéramos trasladado el mensaje de ineptitud democrática.
Depositar el voto en las urnas no es un juego de azar, el cual puedes repetir tantas veces que quieras hasta que se consiga el resultado deseado. Nos pasamos toda una campaña pidiendo el voto y difundiendo que lo importante es participar y tener voz, para luego cuando la gente plasma su deseo, y no son los nuestros, decirles que se equivocaron al pensar y decidir. Miren, no. La política no es un laberinto sin salida con una única casilla. La política es la herramienta para solucionar los problemas de la gente, no para las aspiraciones internas orgánicas. Ceder no es traicionar a la ideología, es madurar sobre ella. La política no ha sido creada para tener un Parlamento cerrado durante meses, sin unos Presupuestos, sin ninguna legislación de calado, sin ningún control o fiscalización, sin regular ninguna medida social, ecológica, tecnológica o económica. No.
Así que sí, tuvimos un enorme gesto de generosidad, de responsabilidad. Hicimos una auténtica política de Estado, que han reconocido quienes en ese momento votaron por imperativo legal o nos cuestionaron. Incluso lo ha reconocido, porque quiere cambiar la Constitución para que pueda gobernar la lista más votada e impedir los bloqueos de Investidura, el propio Presidente del Gobierno.
Creo que es un paso enorme para la unidad y para que nos dejemos en un cajón aquello que nos hizo tanto daño, porque dudaron hasta de nuestra dignidad y de nuestro socialismo. «Así nadie gana unas Primarias ni un Congreso», dijo Javier Fernández.
¡Y qué razón tenía! Pero ganamos la lealtad al proyecto de País, a nuestros orígenes.
Y ahora le tocaría al Partido Popular, al Partido ese que recalca lo del patriotismo, pero luego desprende egoísmo. Así que, asumo en primera persona la carta que han enviado los diputados del PSOE al Partido Popular, que dice exactamente esto:
«Si no sois capaces de formar una mayoría de investidura con más votos que nosotros, sería razonable que os abstuvierais sin condiciones, como hicimos nosotros. No os pedimos que asumáis nuestros valores o apoyéis nuestras políticas. Os pedimos que no bloqueéis la formación de Gobierno. No os pedimos la abstención a favor de un Gobierno socialista. Os pedimos que os abstengáis para que España tenga un Gobierno.
Fue un verdadero sacrificio que generó el mayor desgarro sufrido por el PSOE en los años de democracia. Atrapados, entre la ética de la responsabilidad y la de la convicción ante un PP del que nos separaban obvias diferencias ideológicas y sobre el que se cernían sombras de corrupción.
Y lo hicimos sin poner ninguna condición».
Pero sé que el Partido Popular jamás llegará a ese amor por España, ni jamás le tendrá ese respeto a la democracia, ni a las urnas.
¿Por qué?
Porque la derecha siempre lo ha tenido muy fácil.
Y para terminar recalco que, pedir esa abstención no me exime del deseo a un Gobierno progresista de izquierda, me reafirma en el deseo de no depender del voto de los independentistas, algo que únicamente pueden impedir quienes continuamente están con el dedo acusador.
Que el PSOE y Podemos no se entendieran jamás hubiera sido comprendido por quienes fuimos en masa a impedir la suma de la derecha.
Estamos en el tiempo de descuento. Prudencia, generosidad e inteligencia. Y aquí no es cuestión de lo que me guste o no me guste a mí, pues últimamente escucho a muchos analistas, aquí es cuestión de entender que ser fiel a los propios principios es admirable, pero defenderlos sin flexibilidad y desde la Intolerancia es condenarlo al estancamiento, y esto es lo último que se merece España. España se merece estabilidad. Estamos en la era de los acuerdos, del diálogo, es decir, de las cesiones mutuas. Avancemos.