Hace ya cuatro años que sucedió un incidente en un atunero de nombre » Txori Gorri» donde en aguas internacionales de las islas Seychelles, prestaba servicio una dotación de seguridad compuesta por tres agentes a bordo cuyo jefe de equipo era Juan Manuel Marchante, algo que pagó muy caro ya que en estas aguas perdió su vida. Fue un compañero el que le disparó pero todo lo ocurrido se podría haber evitado si no hubiesen existido malas gestiones por parte de la empresa de seguridad que les contrató, ya que no hicieron caso de todos los graves incidentes que Marchante les iba comunicando al respecto de la actitud peligrosa de este componente del equipo que después de acabar con la vida de este hombre también se quitó la suya. De nada sirvieron los informes que Marchante escribía y enviaba por correo electrónico a su empresa presagiando lo que más tarde ocurrió.
Esta trágica noticia se llevó dos vidas y a pesar de que tuviese transcendencia mediática jamás ningún responsable se responsabilizó absolutamente de nada, tachando lo sucedido de algo puntual de un «loco a bordo de un barco que no pudo con la presión».
A fecha de hoy las cosas siguen igual para todos los agentes de seguridad que trabajan en los atuneros, de hecho cuando esto sucedió se llevaron iniciativas para ver si se hacía justicia por lo que pasó y se fue al Congreso de los Diputados aportando documentación de todo y de la precariedad con la que prestaban servicios estos profesionales de la seguridad privada, nos reunimos con diputados del PSOE que en esa época no gobernaba y allí se expuso todo lo que sucedía aportando pruebas y tras más de dos horas de reunión nos dijeron que se llevarían acciones tales como la presentación de una proposición no de ley (PNL) para que incidentes como el ocurrido en estas aguas no volvieran a suceder.
Después de tanto tiempo me decido a contar lo que ha sucedido en esta última repatriación de los agentes de seguridad privada que siguen trabajando en los atuneros. El día 10 de mayo a las 20:00 horas en la terminal T4 de Madrid llegó personal embarcado después de seis meses, cuando el tiempo estipulado es de cuatro meses. Aquí es donde empieza la odisea de estos agentes de seguridad privada porque las embarcaciones donde prestan servicios estos profesionales debería estar compuesta por tres agentes y no por dos como está sucediendo en la actualidad derivando en efectos colaterales graves, ya que al haber un integrante menos esto supone que no descansan lo suficiente, porque cuando uno se encuentra de servicio el otro sí o sí tiene que dormir, por lo que en el caso de que hubiese algún incidente, el poder de respuesta sería absolutamente nulo. Por otro lado, han estado totalmente incomunicados con sus familiares encontrándonos en plena pandemia y no tener contacto alguno ni telefónico, ni por correo electrónico debido a que la empresa de seguridad decidió no tomar iniciativa alguna a este respecto tal como hizo el armador del barco que sí puso a disposición de su personal para que contactasen con sus familias.
No hay que obviar que estos profesionales se lo juegan todo por sueldos míseros que no están a la altura de las circunstancias, ya que el hostigamiento pirata sigue estando ahí y si en realidad analizamos a fondo el tipo de servicio que realizan donde están lejos de sus seres queridos y lo mal legislado opino que a nuestros políticos se les ha olvidado lo que ocurrió hace cuatro años quedando impune todo aquel que permitió que no se realizasen las pruebas y filtros necesarios para comprobar que todo el que subía a ese atunero estaba en perfecto estado de salud psicológica, por lo que alguien tendría que haber sido castigado por ello.
Tiene que haber una regularización para que hechos como el de hace cuatro años donde agentes de seguridad privada suben a estos barcos porque no hay nadie que quiera subirse por lo que pagan y allí dejan su vida en altamar por defender otras vidas. No es justo que se olvide tan fácilmente, pero como ya hemos visto en otras muchas ocasiones este país y sus políticos se olvidan de todo lo que no les viene bien y no les interesa para llegar o mantenerse en ese cómodo sillón al que todos parecen tenerle un cariño especial.