«Veinticinco niños y niñas observan atentamente como Matilde pasa lentamente las páginas de «Con las manos vacías». «Leer nos hace libres» dicen. Así que inducir a la lectura debe ser una forma de amar la libertad.
Unas cuantas páginas son lo único necesario en esta Hora del Cuento. Aunque pasen los años, estos espacios siguen siendo uno de los principales éxitos de las bibliotecas. En plena transición tecnológica, la sencillez de las historias que transportan a otros tiempos y mundos sigue encantando al ser humano, especialmente a los más pequeños de nuestra especie.
Antes de empezar a contar, Matile pregunta a su auditorio si come verdura y si achucha lo suficiente a los progenitores. Algunos parecen que intenten alcanzar el techo con las puntas de los dos índices, porque con levantar una sola mano no queda claro. Cuando la cuenta-cuentos ha comprobado que las principales tareas se han cumplido, aparece Manu Pablo, un oso más grande y mucho más viejo que su público.
La devoción por el muñeco, imprescindible para poder proseguir con la historia, provoca que Guadalupe llore, puesto que quería aguantar ella uno de los Manu Pablo pequeños. Después que la niña se viera recompensada por haber devuelto el osito a su afortunada propietaria, con el conflicto ya resuelto la poesía inunda los oídos de aquellos y aquellas que no saben qué es la poesía.
«¿Y si le recojo una gota de lluvia?», «¿Y si le dejo una manta de hojas de otoño?» se formulan desde las páginas del cuento. ¿Y si no existieran los Horas del Cuento? Durante todo el curso escolar, cada miércoles la Biblioteca Pública ofrece esta actividad de 17.30 a 18.30 de manera gratuita.
]]>