Algunos siguen todavía buscando la poción mágica de Panoramix. Los líderes del extremoliberalismo. Turbocapitalismo. En Europa, el mirlo es tan negro como el cuervo, pero vive en un nido/fortaleza al norte del Mediterráneo. Dudo seriamente en la idílica integración del paraíso europeo. Ese lugar donde los árboles man(m)an de los torrentes de agua y tierra que el africano pisó por primera vez durante la gran migración. A pesar de mi incredulidad, pienso que es posible el diálogo social… Aunque siguen/seguimos siendo personas deslegitimadas con el -casi- único derecho de ser juzgadas. Los nudos que se están generando han llegado a su punto crítico. Nos ahogan y no sabemos cómo aflojarlos.
Los derechos otorgados a las minorías no pueden constituirse sobre los derechos arrebatados a las mayorías -sí, en plural-. Estas últimas, en mi opinión, son sacrosantas -disculpad la digresión religiosa-. La mosca cultiva sus larvas sobre la carne fresca, como hace el viejo burgués con las incipientes verduras de su huerto. En ambos casos, las impregnan de un fuerte olor a muerte. Un hecho de facto que constituye nuestra sociedad “occidental”. Los impuestos planos y la inutilidad de las capas profesionales han llenado las ciudades de ociosos longevos sin oficio ni beneficio. Obsolescencia. Demagogos dispuestos a ir a contracorriente para mantener su estatus quo: ¡Putos jóvenes borrachos, libidinosos y vagos!
Ensiforme código penal que atraviesa a las personas en situación exasperada. Años, lustros y décadas de buenismos aburridos de izquierdas, centros y derechas insípidas. ¿Ayuda? Los medios de comunicación como las principales armas de dis(a)tracción masiva. No se trata de pontificar a la(s) gente(s). Ni mucho menos. Al Cesar lo que es del Cesar -pero no lo que es de todos los demás-. Vemos, escuchamos, oímos, olfateamos, degustamos y tocamos consignas banales cotorreadas por personas que viven en suburbios –suburbs– que se autodenominan compadres o camaradas. Exponen y vociferan, cual matasanos que llegaba a cualquier pueblo o ciudad en el siglo XIX, esos remedios políticos, sociales y económicos homeopáticos que actúan como placebos de las (p)relaciones locales, regionales, nacionales e internacionales. Glocal.
No se trata de exonerarme de la propia culpa -Sartre- y mala fe respecto a lo que considero mi autenticidad -existencialismo, Gary Cox-. Pero, en la Europa de hoy, la integración como tal es una utopía, solo hay guetos y distritos dormitorio. Unas cortinas tensas y pesadas invisibilizan lo que ocurre en su interior. Chantajes. Muchos chantajes. Un telón de acero versión siglo XXI. Para internos y externos. Murallas, vallas, rejas de algoritmos. El “almuerzo desnudo” -Burroughs- de los líderes mundiales.
¡Las oenegés siguen de festival! Tarjetas multicolores. Puesta en práctica de la protección humanitaria con mantas de seda. ¿Mientras tanto? La esclavitud moderna sigue llenando las estanterías de los Outlets. Compras fáciles y rápidas en la ferretería de (los) “miembros”.