Donald Trump ha declarado que los aranceles son una herramienta clave en su política económica, prometiendo imponer tasas del 60% sobre importaciones de China y entre el 10% y el 20% sobre otros países. Estas medidas buscan incentivar la producción local y equilibrar la balanza comercial de Estados Unidos.
Durante su primer mandato, Trump ya había gravado importaciones como aluminio y acero, afectando también a la Unión Europea, México y Canadá. La administración Biden mantuvo y amplió estas políticas a sectores como vehículos eléctricos.
Los expertos advierten sobre el efecto boomerang de estas medidas, que podrían inflacionar la economía estadounidense y desencadenar una guerra comercial. Miquel Serracanta, de EAE Business School, señala que otros países no permanecerán pasivos ante estas políticas.
El consumidor estadounidense podría ser el más perjudicado, enfrentando precios más altos por productos importados. La inflación, ya en niveles récord, podría agravarse, afectando el poder adquisitivo de los ciudadanos.
China, principal objetivo de los aranceles, podría responder con medidas similares, afectando también a Europa. El superávit comercial chino contrasta con el déficit estadounidense, y las tensiones comerciales podrían intensificarse.
En Europa, las bolsas reaccionaron negativamente a la victoria de Trump, reflejando la incertidumbre sobre el impacto económico. Según el FMI, la política arancelaria podría reducir el crecimiento del PIB europeo en los próximos años.
España, con unas 28.000 empresas exportadoras potencialmente afectadas, podría enfrentar desafíos significativos. Sectores como el hortofrutícola y las energías renovables podrían ver obstáculos en sus exportaciones.
La Cámara de Comercio de España muestra cautela, aunque reconoce el posible impacto indirecto debido a la menor demanda de países europeos que exportan a Estados Unidos. La política arancelaria podría concentrar la riqueza y desafiar el modelo del Estado del Bienestar europeo.