Cuenta una antigua leyenda nipona que, en un abrupto y rocoso río, miles de carpas trataban de remontar la bravura de sus aguas. De ellas, las trescientas sesenta más arrojadas y perseverantes no cejaron en su empeño y decidieron intentarlo hasta las últimas consecuencias. Tal fue su tenacidad, que el propio ruido atrajo a los demonios, quienes se lo tomaron como un juego y decidieron aumentar lo fragoso e inclinado de las cataratas. Pero su empeño era de tal calibre que no cejaron durante los siguientes cien años. Finalmente, una de ellas logró sobrepasar la catarata, transformándose en un imponente dragón blanco mientras se encontraba suspendida en el aire, obteniendo así su ansiada recompensa. Ejemplos como estos nos enseñan claramente que el verdadero camino para la mejora constante, para el avance en cualquier campo, es el camino de la perseverancia.
En este contexto, donde las batallas del presente son más políticas y menos violentas, pero no exentas de la misma esencia, no puedo dejar de mencionar a una guerrera. Una guerrera que libraba sus batallas como una mujer aparentemente frágil. Rodeada de enemigos en tertulias, demonios que trataban de enfarragar sus cataratas, y que en principio podría incluso parecer dialéctica e intelectualmente poco capacitada, pero que nunca dejó saltar en búsqueda de superar lo abrupto de las cataratas que se interponían entre ella y su objetivo, y nunca dejó de lado su sentido del deber. “full ahead”, como dirían en la mar. Allá donde había que confrontar, confrontaba. Allá donde creía que debía dar su palabra, la daba. Sin importar las consecuencias o la dificultad de la confrontación. Un estilo dialéctico de Rocky Marciano aparentemente limitado, pero que sin embargo ha evolucionado a ser simplemente un fenómeno social. Y de esta guisa es como Ayuso superó obstáculos, emergiendo como carpa y deslizándose como un poderoso dragón blanco. Desprendiéndose del lastre de sus aparentes debilidades.
Podemos encontrar muchos ejemplos en la historia de personajes que, siguiendo, salvando diferencias y contextos, la luz que los guiaba en lo que creían lo correcto, se convirtieron en verdaderos guías donde, a priori, se hubieran percibido dificultades.
“Ese joven leproso hizo respetar su autoridad al modo de los grandes príncipes como David o Salomón”. Eran las palabras sinceras del imán de Ispahán tras la muerte del rey Balduino IV. El joven rey leproso fallecido con tan solo veinticuatro años, por la enfermedad que adquirió de forma aleatoria. O también llamado el santo, por sus actos. A menudo la vida nos pone en tesituras donde las dificultades nos abaten, pero personajes como Balduino IV nos enseñan que, parafraseando a Matrix, en nosotros está tomar la píldora del engaño, o tomar la píldora de la realidad y luchar con garras y dientes por aquello en lo que creemos. La vida es un conglomerado de situaciones que nos vienen dadas, y de acciones que parten de nuestro propio albedrío y nuestra propia responsabilidad, que debemos enfrentar con estoicismo y pragmatismo. Esas acciones son las que nos definen. “Por sus obras los conoceréis”. El rey santo, admirado por igual por musulmanes y cristianos. Dicen que Saladino llegó a reprender a Guy de Lusignan, recriminándole que “¿estar tan cerca de un gran rey no os enseñó su ejemplo?” Y hoy la derecha española tiene una reina. Una reina en un hostil tablero de ajedrez, que sin embargo está jugando sus movimientos como si estuviera siendo guiada por Garri Kaspárov. Con un estado injerente y fanatizado ramificado hasta las entrañas de la sociedad y más intervencionista que nunca en democracia. Con una sociedad civil conquistada hasta el último rincón por la extrema izquierda. Con la hostilidad de numerosos barones de su propio partido, que fueron además quienes terminaron de tender el puente de plata para la conquista total de la sociedad civil por la extrema izquierda, ha vencido. No, no ha vencido. Ha arrasado cual huracán de máximo nivel. Dentro, y fuera. En su partido, y en otros partidos. Barriendo del mapa incluso a políticos tan destructivos y poderosos de la talla del comunista Pablo Iglesias. Algo que probablemente, y con tanta adversidad, no habría conseguido ni el mejor presidente de la democracia española. Don José María Aznar. No quisiera imaginar cuantos escaños habría sacado con una derecha unificada en España, si con una derecha dividida y fragmentada hasta sus cimientos, haya sacado sesenta y seis escaños en Madrid (quizá 85 o mas). Hace apenas unos meses era impensable pensar en un líder que pudiera llegar a empequeñecer a figuras de la talla de Aguirre o Aznar. Algo que valoraremos con la claridad de la perspectiva del tiempo dentro de unos años y logremos cuantificar hasta donde ha llegado la fuerza de su capacidad de liderazgo. No se me ocurre qué líderes podrían haber resistido el envite del asedio de todos y cada uno de los medios de comunicación que, a golpe de látigo, deciden cual es la delgada línea de la moralidad permisible para todo ciudadano y quién, cómo y cuándo debe ser condenado al ostracismo social por no seguir a pies juntillas esa marcada línea. Todos por supuesto en contra de Ayuso. Pero esos líderes no habrían sido ni Felipe González, ni Aznar, ni Pedro Sánchez, ni Adolfo Suárez, ni mucho menos el nefasto Zapatero. Ayuso cuenta con la superioridad moral de la realidad de las matemáticas, y su capacidad para trabajar hasta la extenuación en cada rincón del área o estrato social que gobierna, siendo una de las pocas políticas que no ha mejorado sustancialmente su calidad de vida con su auge político, a diferencia de otros que hacían de la sencillez y austeridad parte de sus armas electorales y que al final han demostrado que, cuando hablaban de acabar con la pobreza, hablaban en realidad de la suya.
Si todos estos enemigos fueran pocos, se ha visto en la complicada tesitura de probar su valía en la situación más adversa que podía encontrar, ya que además ha debido gestionar una pandemia mundial en el motor económico de la nación. Gestión brillante que ha salvado, precisamente, ese motor económico, por lo que no solo los madrileños le deben mucho, sino toda persona que resida en cualquier rincón de la administración que comparte y que se está beneficiando de sus aciertos en materia económica. Hasta tal punto ha sido impecable su gestión, que ha habido hasta iniciativas de sabotaje de material en el hospital Zendal. Algo, por cierto, muy colectivista (el individuo es sacrificable en pro del colectivo).
Probablemente el mayor logro de Ayuso haya sido la elección de los cimientos que la sustentan. La libertad. La libertad se sustenta en la meritocracia y la meritocracia requiere de desprenderse de la egolatría que nutre las dictaduras, sistemas estatalistas que maquillan sus excesos con lenguaje orwelliano. Isabel Díaz Ayuso entiende la prosperidad. Entiende que la prosperidad está en la libertad y en la prosperidad económica. Entiende que las políticas económicas son atemporales y que las mismas iniciativas de Alejandro Magno tuvieron como consecuencia la misma subida de precios que siglos después tuvieron en EEUU por las mismas razones. Entiende que leyes de control en el alquiler tuvieron las mismas consecuencias en Hong Kong que en Estocolmo. Entiende que las mismas políticas agrícolas tuvieron exactas consecuencias en la India que en la UE. Entiende por qué en dos islas semejantes como Cuba o Japón, un cubano debe trabajar quince años para ganar lo que gana un japones en un mes. Ayuso no pretende ser una visionaria, solo pretende usar la calculadora y mirar atrás. Todo está descubierto. Son los mismos los procesos los que hicieron que una sociedad como la sumeria destruyera el comercio en su civilización durante siglos al establecer un control de precios del trigo, como las consecuencias calcadas de la Inglaterra del rey inglés Enrique III al regular el precio del vino, o la hambruna que se genero en Washington en 1777 por la misma decisión. Pero usar la calculadora requiere la cesión de poder en pro de la libertad personal, y es pedirle a un político que se corte un brazo, o pedirle a un socialista o sindicalista que cambie su langosta por espinacas, o que trabaje para costeársela con el sudor de su frente. En resumen, sabe de matemáticas y economía. Por eso no es socialista, a pesar de que, en relación a la economía, el socialismo, y más concretamente el keynesianismo, son un verdadero oráculo de lo incorrecto.
Ayuso ha vuelto a demostrar su grandeza al gritarle al mundo a la cara que Cuba es una dictadura criminal, mientras la práctica totalidad de políticos españoles hablan de dictaduras que llevan más de cuarenta años muertas pero cinco minutos después eluden “etiquetar” a las dictaduras modernas demostrando que la brutalidad policial o la ausencia de derechos no es el problema, siempre que use los derechos y la libertad para hacer, decir y pensar lo que el estatismo colectivista me obligue (¿alguien ha visto a BLM quejarse por la masacre de afroamericanos que está habiendo en Cuba de manos de la policía de la dictadura?). Recientemente, incluso Sánchez ha evitado llamar dictadura al miserable gobierno cubano que esgrime un falso bloqueo que no existe, ya que no es un bloqueo sino un embargo personal de un país concreto, de un “imperio”, para culpar de sus males a otros (estrategia sempiterna de la izquierda). Básicamente le han preguntado que, si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, qué es, y Sánchez le ha respondido que no es un cisne. Ayuso le ha tenido que recordar que la respuesta correcta es que es un pato. Ni siquiera las declaraciones de Díaz Canel diciendo literalmente «Estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que salgan a las calles y vayan a los lugares donde vayan a ocurrir estas provocaciones», y “La orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios» han recibido críticas, los mismos que dijeron que Trump era un dictador, un tirano y un belicista por literalmente “caminaremos hasta el Capitolio y vitorearemos a nuestros valientes senadores y congresistas”.
Isabel nunca ha sido la gran Margaret Thatcher siempre fue el aún más grande Ronald Reagan, ahí dónde pronunció una sola palabra cambió los titulares y con ello el futuro, su aparente fragilidad es sólo una burla de naturaleza para un ser dotado de magia y mística del elemento más precioso capaz de cortarlo absolutamente todo, la fuerza de un sol en una mortal, como los grandes profetas de la antigüedad la varita mágica de DIOS la ha tocado y libra a libra en el argot boxístico no existió político en la democracia española con su pegada y elegancia solo comparable a Cassius Marcelus Clay (Muhammad Ali).
Tal como afirma el “Leo Magister» del Think Tank Hispania 1188 “Si no amas a Daenerys (Juego de Tronos) no eres un hombre, si no amas a Isabel no eres un ser vivo».
En definitiva, GRACIAS, Ayuso. Tú sola has destrozado a CS, tu sola has destrozado a Podemos y a Pablo Iglesias, tu sola has destrozado el gobierno de Sánchez, a Carmen Calvo, a Iván Redondo, al miserable político Ábalos… y tu sola has disparado a tu partido en las encuestas.
¡Ave Isabel, Mujer Diamante, aquellos que somos mortales ante ti nos postramos!