La proximidad geográfica de Rusia con los países nórdicos, especialmente Finlandia, ha generado preocupación sobre la preparación de la población civil ante emergencias. Según la agencia sueca para emergencias, no se trata solo de prepararse para un conflicto armado, sino también para enfrentar riesgos de un conflicto no convencional.
Las guerras híbridas han ganado protagonismo nuevamente debido al conflicto en Ucrania. Estas guerras utilizan elementos como la comida, la energía y las comunicaciones como armas. El ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, ha destacado que Rusia representa una amenaza no solo militar, sino también híbrida.
Un ejemplo reciente es el daño a dos cables submarinos en el Báltico, que afectó las telecomunicaciones de Finlandia, Alemania, Suecia y Lituania. Alemania ha calificado este incidente como un posible ‘sabotaje’, aunque Rusia niega cualquier implicación.
Además, embajadas de EE.UU. y España en Kiev cerraron temporalmente debido a alertas de un posible ataque ruso. Sin embargo, la inteligencia ucraniana denunció que Rusia había lanzado un ‘enorme ataque psicológico informativo’ difundiendo una falsa advertencia de ataque aéreo masivo.
En el ámbito militar, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, confirmó el envío de minas antipersona a Ucrania. Estas minas, que se autodestruyen o quedan inactivas tras unos días, deben usarse en territorio ucraniano y en áreas no densamente pobladas.
El apoyo de Estados Unidos a Ucrania ha intensificado la retórica nuclear de Vladímir Putin, quien ha amenazado con revisar la doctrina nuclear rusa. Esto forma parte de su estrategia de guerra psicológica contra Occidente, advirtiendo sobre el uso de armamento atómico si su territorio es atacado por misiles ucranianos.
En resumen, la guerra híbrida representa un desafío significativo para la seguridad europea, requiriendo una preparación integral que incluya tanto medidas militares como civiles para mitigar sus efectos.