Publicado en la Plataforma de Contratación del Sector Público el pasado 30 de abril, se ha dado a conocer la cantidad que se invertirá para amenizar la noche de San Juan en la playa de la Ribera.
El grupo musical ‘Bohemia’, el conocido DJ Pollo y un violinista serán los encargados de dirigir la festividad en esta céntrica playa el próximo junio. Ofrecerán un repertorio variado que apelará tanto a los gustos clásicos como a los modernos de la ciudad. Los ciudadanos de Ceuta aportarán 12.600 euros para este evento. Determinar si esta cifra es económica, ajustada o excesiva es complicado en un ámbito donde los precios suelen estar inflados, pero parece razonable comparado con los cachés habituales de estos artistas.
En un momento en que la Ciudad ha duplicado su deuda en cuatro años, resurge la polémica frase de Carmen Calvo: «El dinero público no es de nadie». Esta noticia revive el debate sobre la austeridad que la crisis de 2008 impuso más por necesidad que por elección. Durante años se anunciaron cancelaciones de eventos y festividades, incluso de fuegos artificiales, en nuestras ciudades. Sin embargo, en un contexto de control continuo del déficit por las entidades locales y cuando aún resuenan las noticias de embargos a municipios endeudados tras la crisis, la contención de gastos por parte de la Administración parece haberse relajado.
Esta redacción considera que detrás de esta decisión hay un interés público en apoyar a los artistas locales durante el duro invierno cultural ceutí. Aunque no cuestionamos los honorarios en una economía de libre mercado, es relevante preguntarse si estamos ante un gesto compensatorio del Gobierno de la Ciudad por excesos previos, especialmente considerando que el presupuesto se asemeja al que generó polémica el pasado verano con la contratación del grupo K-Baianos, que se llevó a cabo con un presupuesto siete veces superior al habitual.
Si bien no dudamos de la calidad artística de los músicos, es válido criticar el aparente juego de favores. En nuestra comunidad, la estrategia de mitigar las quejas aumentando los presupuestos ha sido una constante en las últimas legislaturas. Solo queda esperar que la reflexión social y política anticipe la próxima crisis y que los lamentos de 2040 no sean fruto de una negligencia advertida hoy.