Parafraseando a alguien de interés, decir aquello de que “es más sencillo y usual imaginar el fin de la humanidad que el fin de la injusticia y la desigualdad” y es que se torna un presente y un futuro impensables para una ciudad como Ceuta.
Ante esta catástrofe, económicamente hablando, se despliega una maquinaria que erosionará la voluntad de todos los ceutíes, que coloca el destino en cualquier factor ajeno a la voluntad de las personas que están cansadas de las mentiras de quienes les gobiernan intentando doblegar los deseos y sueños de construcciones colectivas.
El porvenir de nuestra juventud está en entredicho, en el último lustro se están desplegando discursos de odio y racismo discriminando y estigmatizando a ciertas clases sociales que no son de buen ver para aquellos que están gobernando, por ello deberíamos plantearnos si esos fenómenos políticos van a seguir extendiéndose en el tiempo y si como una sociedad moderna, lo vamos a seguir permitiendo.
No debemos olvidar que la pandemia abrió una disputa de interpretaciones y narrativas, algunas de estas conducen a pensar qué debemos hacer antes, decir que las sociedades son las que hacen que la historia pueda cambiar, sean cuales sean las circunstancias que nunca se escogen. Ceuta y Melilla ciudades autónomas olvidadas por los gobiernos centrales, que salen a la palestra en los medios de comunicación solo para ser dilapidadas por sucesos que no tienen nada que ver con sus gentes.
Pero desde la península son muchos los que se preguntan de qué viven estas dos ciudades sin apenas territorio para poder expandirse. Ambas sufren un alto nivel de desempleo y se encuentran a la cola del PIB per cápita a nivel nacional y tienen una economía basada en servicios, denominado sector primario, de los cuales muchos de estos servicios son directamente públicos. Lo malo es que el 50% del PIB dependía del comercio transfronterizo, esto quiere decir que miles de personas que cruzaban la frontera a diario para comprar bienes y revender en Marruecos, han dejado de hacerlo.
Una de las opciones que hacían atractivas a estas dos urbes eran las bonificaciones fiscales que en estos momentos están en la cuerda floja, situación que merma y mucho sobre todo a aquellas empresas que están instaladas en Ceuta, resultando muy llamativo y suculento a la hora de pagar menos impuestos.
Otra falacia de los que van a gobernar, según estimaciones pretenden crear 4.000 empleos con empresas de juego online, sin preocuparles lo más mínimo la adicción que esto genera, creando ludópatas y con gran impacto negativo en la vida de las personas. ¿Es este el empleo que queremos en nuestra ciudad? ¿Es este el trabajo que la consejera de Hacienda ceutí dice ser de calidad? Si es así, seguro que cuando deje la política, la veremos trabajando en uno de estos locales, estará encantada.