THINK TANK HISPANIA 1188
Un 7 de mayo, David Hume y Adam Smith podrían estar celebrando el cumpleaños del primero, en cualquiera de los pubs de Edimburgo que frecuentaban y donde solían cultivar su amistad. Mientras en los salones de Francia esperaban las conclusiones de su relación epistolar, David saborea un whisky, que paso de ser considerado bien de primera necesidad por el Parlamento Escocés a estar cargado de impuestos ingleses tras la abolición de las citadas Cortes, mientras el jovenzuelo Adam pide siempre café. Cuanto hubiéramos dado por ser tabernero, y escuchar de primera mano sus razones y buenos ejemplos (expresados a medio camino entre el Inglés y el Scots), a favor del libre comercio como fuente de progreso social y contra el proteccionismo. Pudo ser así:
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“Tras realizar el esfuerzo de eliminar un tipo de mal fundada envidia, que es
preponderante entre naciones comerciales, no debe faltar la mención de otra, que
carece igualmente de base. Nada es más usual, entre Estados que han realizado
algunos avances en el comercio, que contemplar el progreso de sus vecinos con una
mirada de sospecha, y considerar que es imposible que ninguno de ellos prospere si no
es a su costa. En oposición a esta estrecha opinión, me aventuro a afirmar que el
incremento de riquezas y comercio en una nación, en lugar de dañar, por lo general
promueve las riquezas y actividad mercantil de todos sus vecinos”.
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“Un Estado difícilmente puede llevar muy lejos su comercio e industria si todos los que
le rodean se encuentran sepultados en la pereza o la ignorancia. Es obvio que la
industria doméstica de una población no puede ser dañada por el desarrollo de sus
vecinos y, como esta rama del comercio es indudablemente la más importante en
cualquier reino, debemos reconocer que carecemos de razones para la envidia. Pero
voy aún más lejos y observo que donde una abierta comunicación se mantiene entre
naciones, es imposible que la maestría de cada uno no reciba un estímulo de las
mejoras ajenas”.
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“Fácil es comprobar que la emulación entre naciones rivales, sirve más bien para
mantener la industria viva en todas ellas. Cada mejora que hemos hecho ha surgido de
nuestra imitación de los extranjeros, y por eso tenemos que juzgar como feliz que
previamente hayan crecido en técnicas e ingenio. Pero esta relación es aún mantenida
para nuestra gran ventaja: a pesar del avanzado estado de nuestras manufacturas,
diariamente adoptamos en cada arte las invenciones y mejoras de nuestros vecinos”.
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“¡Inkeeper! A wee dram of whisky. And another cup of coffee for my Pal!. Es un círculo
virtuoso. La mercancía es primero importada del extranjero, para nuestro gran
descontento porque imaginamos que eso drena nuestro dinero; después, la técnica
misma es gradualmente importada, para nuestra visible ventaja. El incremento de la
industria doméstica prepara el comercio exterior. Donde un gran número de
mercancías son reunidas y perfeccionadas para el mercado nacional, siempre se
encontrarán algunas que puedan reexportarse con beneficio. Pero si nuestros vecinos
carecen de artes o refinamiento, no las pueden tomar porque no tienen nada que dar a
cambio”.–
“Sláinte (salud)!. Los Estados se encuentran en la misma condición que los individuos.
Una persona difícilmente puede ser laboriosa donde todos sus conciudadanos son
holgazanes. Las riquezas de los diversos miembros de una comunidad contribuyen a
incrementar las mías, con independencia de la profesión que se siga. Consumen los
productos de mi trabajo y me proporcionan, a cambio, el del suyo. Tampoco tiene
ningún Estado que temer que sus vecinos mejoren hasta tal punto en cada arte y
manufacturas como para no demandar sus mercancías”.
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“La naturaleza, proporcionando una diversidad de genios, climas y suelos a diferentes
naciones, ha asegurado su mutua relación y comercio, en la medida que todas
permanezcan industriosas y civilizadas. Cuanto más se incrementen en cada Estado,
más serán solicitados de sus laboriosos vecinos. Los ciudadanos, habiéndose convertido
en opulentos y habilidosos, desearán tener mercancías lo más perfectas que sea posible;
como poseen numerosos artículos para ofrecer a cambio, realizarán mayores
importaciones de cada país extranjero”.
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“I agree!. Cuando una mercancía es denominada de primera necesidad en un reino, es
porque se supone que el territorio tiene alguna ventaja peculiar y natural para obtener
ese artículo y si, pese a esos recursos, pierde semejante manufactura, deben culpar a
su propia holgazanería o mal gobierno en lugar de a la laboriosidad de sus vecinos.
También debe considerarse que, si debido al incremento de la industria entre las
naciones vecinas, crece el consumo de cada especie particular de mercancía, aunque
las manufacturas extranjeras interfieran con ellas en el mercado, la demanda de su
producto puede continuar aún, o incluso aumentar”.
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“Y, aunque disminuyera, ¿tienen que ser las consecuencias tan fatales? Si se preserva el
espíritu industrial, debe desviarse fácilmente de una rama a otra, y los trabajadores de
la lana, por ejemplo, ser empleados en el lino, seda, hierro o cualquier otra mercancía
para la cual parezca haber demanda. No debemos temer que se agoten todos los
objetos de la industria o que todos nuestros manufactureros se encuentren en la
tesitura de carecer de empleo, mientras permanezcan en igualdad de condiciones con
los de nuestros vecinos,”.
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“La emulación entre naciones rivales sirve más bien para mantener la industria viva en
todas ellas, y cualquier población es más feliz si posee una variedad de manufacturas
que si disfrutan de una sola, en la que todos se encuentran empleados. Su situación no
es tan precaria y sentirán menos sensiblemente aquellas e incertidumbres a las que
cada particular rama del comercio siempre se encontrará expuesta”.
Los tiempos han cambiado, cierto. Pero nos atrevemos a afirmar, que ojalá muchos
gobernantes partieran de la tradición liberal, en la que, a través del comercio, ganan todos y
solo pierde, simplemente, quien no aprende de los demás, especialmente de sus competidores.
A cualquier comerciante le interesa que los negocios vayan bien a sus clientes. Si otras
naciones o empresas ganan en libre competencia, es porque ofrecen un servicio más eficiente,
y en la medida que la libre circulación de mercancías conlleva también la de las ideas, el
comercio que construye vínculos económicos contribuye a mejorar la vida de los pueblos,poniendo las bases del ideal cosmopolita. Aprendiendo de quienes saben, evitando el
resentimiento, se logra progresar.