Es vergonzoso que en una ciudad sea cual sea, se esté promoviendo la defensa de los Derechos Humanos en lo que respecta al reconocimiento y respeto a la dignidad por dirigentes políticos a los cuales se les llena la boca con discursos a la no discriminación y trato igualatorio y a la equidad como principio básico que debería regir sobre todas las personas independientemente de sus circunstancias personales. Estos mismos que no hacen nada para erradicar estas situaciones que cada día son mucho más notorias en nuestra sociedad, la cual también es partícipe con sus actos de marginación hacia el colectivo de personas vulnerables.
A nuestro país aún le queda muchísimo camino y esfuerzo en la lucha por todos los valores fundamentales, ya que está a medio camino en la consecución de un marco de protección hacia determinados sectores vulnerables, entre los que se encuentran personas con pensiones no contributivas que no llegan a fin de mes o personas sin hogar. El problema es que no se dispone de un contexto normativo contundente, ni políticas sociales específicas para asumir y atender de forma satisfactoria el fenómeno sin techo. Se trata de una realidad que actualmente tiende a estar más presente en este imaginario rubro. Una compleja situación existente sobre este colectivo que suele ser estereotipada, prejuiciada y estigmatizada.
La sociedad tiene también que participar en un modelo cuyo objetivo sea el bien común y no el de unos pocos. La administración debe proteger a las personas más vulnerables implementando políticas de viviendas efectivas poniéndolas a disposición de la ciudadanía, políticas que vayan centradas en este núcleo de personas promotoras de sus derechos, así mismo, debemos incidir en la sensibilización y visibilidad de una realidad palpable con un mayor riesgo de exclusión. Se debería trabajar sobre la creación de un servicio integral de atención a personas sin hogar, para poder dar respuestas a todas las necesidades de este colectivo que cada día es mucho mayor, para dotar a todas estas personas de dignidad y respeto llegando a ese trato igualitario que tanto demandamos.
La expresión “reinserción” debe ser real: volver a integrar en la sociedad a alguien que estaba marginado, al igual que el Estado tiene la obligación de garantizar a los individuos privados de su libertad aquellos mecanismos que les permitan reintegrarse a la sociedad mediante el trabajo, educación o salud. Esas personas que por unos motivos u otros un día quedaron al margen de la sociedad y nadie se acordó de ellos, de integrarlos de nuevo en el sistema y quedaron vagando por las calles sin un techo ni unas garantías de vida que jamás debieron perder.