No. Un maltratador no está loco, ni es «violento por naturaleza». Tampoco una mujer que permanece junto a un maltratador es masoquista, ni «tonta».
Y no. Los celos no son un signo de amor. Sí lo son de obsesión, posesión y control.
La Facultad de Ciencias de la Salud desmontaba hoy los mitos de la violencia de género
La Facultad de Ciencias de la Salud de Ceuta ha celebrado hoy su primera charla del «Ciclo de conferencias sobre concienciación y sensibilización sobre violencia en el ámbito familiar y social». Esta primera ponencia se ha centrado en la violencia de género y ha estado a cargo de Encarnación Martínez, profesora de la Universidad de Granada y matrona en el Hospital de Guadix.
Literalmente, no cabía un alma más en el Salón de Actos de la UGR. De hecho, varias personas han tenido que sentarse en el suelo porque todos los asientos estaban ocupados. La inmensa mayoría eran jóvenes estudiantes de enfermería.
Martínez ha iniciado la charla planteando qué es la violencia de género. Para la Organización Mundial de la Salud, violencia de género es aquella que sufre la mujer por el hecho de ser mujer. Sin embargo, la legislación española entiende la violencia de género como la violencia que sufre la mujer por el hecho de ser mujer, pero dentro de una relación de pareja. Se entiende mejor con un ejemplo: para la OMS, la mutilación genital femenina es violencia de género, pero para la legislación española no.
Desmontando mitos de la violencia de género
Martínez ha indicado que durante la ponencia iba a presentar «un estudio que hemos hecho entre más de 3.000 personas» del que se deducen hasta 11 mitos que rodean a la violencia de género.
Los maltratadores se educan, no nacen maltratadores
Uno de ellos es la equívoca idea de que maltratador se nace y no se hace. Es decir, que hay una especie de predisposición genética a la violencia y que eso explica que haya maltratadores. Es totalmente falso. Un maltratador puede ser cualquiera. De hecho, es habitual que las personas del entorno de un maltratador se sorprendan cuando se descubre que ha maltratado, de una forma u otra, a su pareja. Si nos vamos al extremo, cuando se produce un asesinato machista habitualmente encontramos en los medios declaraciones de vecinos e incluso familiares del asesino que muestran su sorpresa aludiendo que «era una persona amable», que «nunca se le vio una actitud violenta en público», o que «parecía una persona normal».
No. Un maltratador no es un monstruo. Demonizar al maltratador nos aleja de la realidad. Un maltratador puede llegar a ser tu padre, tu hermano, tu primo, tu amigo, tu vecino e incluso quien suscribe estas líneas. Si no asumimos que la educación que hasta ahora hemos recibido convierte al hombre, por el hecho de ser hombre, en un maltratador en potencia, será muy difícil llegar a encontrar soluciones eficaces para acabar con la lacra de la violencia de género.
El amor romántico y sus mentiras
Otro de estos mitos hace referencia al amor romántico. «Si tiene celos, es porque te quiere«. Controlar la vida y los movimientos de una persona, así como su interacción social no son comportamientos que obedezcan a un sentimiento de amor o de cariño, sino a sentimientos de posesividad, control y obsesión. Este mito en particular es uno de los principales responsables de que entre la juventud la violencia de género vaya en aumento. Según Martínez, 1 de cada 3 jóvenes no solo reproducen este tipo de comportamientos, sino que lo asumen como «algo normal» e incluso como un comportamiento inherente a estar enamorado.
La violencia de género tiene un único responsable: el que la ejerce
También ha hecho referencia Martínez a un mito que descarga la responsabilidad del maltrato sobre la propia maltratada. «Vale. Te ha pegado, pero algo habrás hecho tu para provocarlo». No. La violencia solo tiene un responsable: el que la ejerce. Si vas con tu smartphone chateando por la calle y alguien te pega un tirón y te lo roba, tú no has provocado el robo. Es evidente. Sin embargo con la violencia de género hay quien insiste en restar culpas al maltratador para sumarlas a la víctima. Si tu pareja te agrede, de la forma que sea, tú no tienes ninguna culpa.
Juzgar a la víctima en lugar de al verdugo
Cuando una mujer ha sido maltratada y no abandona a su pareja o vuele con él pasado un tiempo podemos caer fácilmente en la trampa de culpabilizarla por ese comportamiento. Sin embargo, cuesta más trabajo analizar las situaciones de dependencia (puede ser emocional, económica e incluso social) que hay tras esta actitud.
El maltrato no es espontáneo. Comienza sutilmente aislando a la víctima de su círculo social (familiares, amigos/as, compañeros/as de clase o trabajo). Va ganando sibilinamente terreno en actitudes de control que se suelen «vender» como beneficiosas para la maltratada: «Si te digo que no te pongas esa falda es para que no tengas que aguantar a ningún baboso. Yo sé como somos los hombres». «No te prohíbo que salgas de noche sin mí, pero me preocupa que te pueda pasar algo. Si sales conmigo, se que no te va a pasar nada porque yo estaré allí, protegiéndote». Por extremo que parezca son enunciados basados en testimonios de víctimas reales.
Así, el maltratador va ganando terreno hasta que, como una especie de boa constrictor, tiene atada a la víctima y le hace pensar que sin su ayuda no puede respirar, cuando él es quien realmente la está asfixiando. Cuando hemos perdido la libertad durante mucho tiempo y nos hemos resignado a vivir bajo la opresión de otro, la posibilidad de escapar de esa situación y volver a ser libres puede ser aterradora.
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