En el año 1948, la Asamblea Mundial de la Salud proclamó el 7 de abril como Día Mundial de la Salud. Esta fecha fue escogida en conmemoración a la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y con la necesidad de crear conciencia sobre las enfermedades, la necesidad de hábitos sanos en las personas y garantizar el acceso universal y equitativo a los recursos sanitarios.
La situación sanitaria este año esta acaparada en gran medida por la pandemia de la COVID 19 que afecta a la población de todos los países a nivel mundial, y que ha evidenciado las negativas consecuencias para la salud de las grandes diferencias de recursos sanitarios, las barreras de acceso a los mismos, su orientación a la enfermedad; las enormes desigualdades sociales, la pobreza y la marginación de buena parte de la población; y el condicionamiento de los sistemas sanitarios por multinacionales farmacéuticas y fondos de inversión buscan hacer negocio con la salud.
El nivel de contagios y la mortalidad por la COVID se ha concentrado especialmente en las personas más mayores, en los grupos de población con menores recursos económicos y en las zonas de mayor hacinamiento social y de mayor contaminación. La diseminación del virus ha sido favorecida y condicionada por las características de la población y el medio ambiente en el que vive.
Aunque las medidas para hacerla frente en los países del mundo han sido diferentes (en relación con la ideológica de sus gobiernos y su voluntad política), estas se han basado en evitar los contactos sociales mediante medidas de confinamiento y distanciamiento social, la utilización de mascarillas y otros recursos de pantalla y la vacunación masiva de la población. Las políticas de coordinación de los recursos asistenciales y de salud pública basadas en la Atención Primaria y la participación y colaboración social, apenas han tenido relevancia, con algunas excepciones.
La lucha contra esta enfermedad ha estado muy condicionada y mediatizada por intereses económicos y geoestratégicos, la utilización política y partidaria de las medidas adoptadas, la codicia de los laboratorios, y la falta de voluntad de los gobiernos para acabar con las patentes y universalizar las vacunas para hacerlas accesibles a todos los países y poblaciones del mundo.
La pandemia ha dejado en evidencia:
· La ausencia de una gobernanza mundial para hacer frente a un problema de salud de tan enorme envergadura y gravedad
· El fracaso de la Unión Europea, insolidaria e incapaz de hacer frente al poder de los lobbies de presión que controlan las instituciones que las gobiernan
· Las debilidades de los sistema de salud de los países más desarrollados centrados en la enfermedad y la medicalización, que abandonaron la Atención Primaria, la Salud Pública y la participación, esenciales para generar confianza y colaboración social.
· Las limitaciones de la investigación sanitaria y la ciencia oficial orientada y controlada por los poderes económicos y la tecnología, y que abandonó hace tiempo la promoción y la prevención de la salud, para centrarse en los beneficios de los grupos que la financian y controlan.
La Organización Mundial de la Salud ha mostrado sus limitaciones como referente mundial, sometida a los intereses y grupos de presión política y económica, que buscan el negocio a costa de la salud.
En un día como este y en medio de una pandemia (aun no controlada pese al año transcurrido y que puede repetirse), es mas necesario que nunca recuperar la OMS como referente mundial para que la salud y la sanidad llegue a todos los rincones del planeta, posibilitando que las personas puedan tener la atención sanitaria accesible y equitativa en el seno de la comunidad.