Una vida marcada por la violencia. Ese es el resumen de la historia de Encarna, una mujer ceutí con discapacidad intelectual que ha sufrido casi todas las opresiones posibles en una sociedad patriarcal y machista, donde la exclusión, la incomprensión y el maltrato han imperado desde su infancia. El padre de Encarna pegaba a su madre y ella nunca pensó que fuera a pasar por lo mismo. Pero así fue y sufrió la violencia más cruel por parte de su pareja
Estudió en el Colegio de Educación Especial San Antonio y siempre vivió con su madre hasta que se casó con 33 años. Cuenta que su entorno siempre la ha tratado mal, tanto su familia como sus parejas, pero fue cuando se divorció y comenzó una historia con otro hombre cuando comenzaron las palizas.
“Al principio fue todo muy bien” y los dos se fueron a vivir a Málaga, donde al poco tiempo se quedaron en situación de calle. Fueron siete años de relación de violencia e indigencia, durante los que vivieron sin techo o entre albergues temporales. “El primer día que me di cuenta de que me maltrataba es cuando me dio unas patadas” y después empezaron las agresiones diarias, los insultos y las órdenes. “Todos los días, si no era por una cosa por otra. Me pegaba con la zapatilla en la cara, patadas y muchos golpes en la cabeza. Antes siempre tenía que ir con manga larga porque tenía moratones en los brazos. Todavía tengo las marcas en las piernas. Una vez hasta me dejó inconsciente y me echó agua para que despertara”, relata.
“Me gustaría trabajar y tener mi casita de alquiler. Ahora estoy estudiando unas oposiciones para conserje, a ver si apruebo. Ojalá”.
“Estaba desesperada, tú no sabes lo que he pasado”, confiesa Encarna con entereza, porque “hace un tiempo hubiera llorado contando esto, pero ya lo tengo asumido. Mi vida ha sido muy difícil, he sufrido un montón”. No denunció nunca porque tenía miedo. Le amenazaba. Se sentía encerrada y sola, no sabía dónde ir ni tenía recursos para huir. “El me decía que si lo dejaba me cogía por la calle y me mataba. Me amenazó un montón de veces”, relata.
Pero tras mucho tiempo de calvario consiguió salir de esa relación y hace cuatro años que volvió a Ceuta, donde ha encontrado “buenos amigos y amigas” y mucha ayuda. Vive con un amigo que la ha acogido en su casa, es como un “padre” para ella, el que nunca tuvo. Y también es usuaria de Plena Inclusión. “Me gustaría trabajar y tener mi casita de alquiler. Ahora estoy estudiando unas oposiciones para conserje, a ver si apruebo. Ojalá”.
Su experiencia y el aprendizaje de todo lo que ha sufrido ahora lo comparte. “A mis compañeras les digo que tengan cuidado. A la primera ‘guantá’ que llamen al 016 y denuncien”, cuenta.
La historia de muchas
La historia de Encarna es la de muchas y las cifras lo demuestran. El 60 por ciento de las mujeres y niñas con discapacidad han sufrido algún tipo de violencia. Así lo recogen los datos del estudio sobre la situación de las mujeres con discapacidad que sufren violencia elaborado por la Fundación Cermi mujeres. El 40,4% de las mujeres con discapacidad ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja.
Las mujeres con discapacidad tienen un 8% más de probabilidades de sufrir violencia machista (física, sexual o psicológica) que el resto, y una de cada cuatro denuncian haber sufrido esa violencia. Estas son cifras del estudio publicado por el Observatori de Discapacitat Física (ODF) de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE).
Encarna fue muchos años prisionera de una relación de violencia machista de la que no podía salir por no contar con los apoyos necesarios. “Necesitamos más ayudas, que nos ayuden a salir del maltrato, a la gente con discapacidad”, reclama a las instituciones.
Más pisos de acogida, más recursos y más sensibilización
Sanah Ali es responsable del programa de Igualdad de Plena Inclusión Ceuta, destinado a mujeres y a hombres. “El objetivo principal es acabar con la desigualdad de género, romper con los estereotipos y los micromachismos. Damos talleres con los que intentamos romper esas barreras”, explica.
Como destaca esta experta, “el factor de tener una discapacidad hace que sean personas de alto riesgo para sufrir la violencia machista. Muchas veces influye la falta de apoyo y que se vean más vulnerables por su discapacidad. Pero hay que matizar que cualquier mujer puede pasar por una situación de violencia, tenga o no discapacidad”.
“Todas las violencias que puedan sufrir una persona con discapacidad se agravan por el hecho de ser mujer. Y todas las violencias que puedan sufrir las mujeres, por el hecho de ser mujeres, se agravan si tiene una discapacidad”
Sanah Ali, responsable de Igualdad en Plena Inclusión
La violencia y discriminación laboral es una de las más repetidas, porque si “ya muchas empresas prefieren contratar a hombres antes que a mujeres, por ser madres con hijos, imagínate si a eso le añades que tenga una discapacidad. Es muy difícil que puedan acceder al mundo laboral, se encuentran con muchas barreras”.
“Todas las violencias que puedan sufrir una persona con discapacidad se agravan por el hecho de ser mujer. Y todas las violencias que puedan sufrir las mujeres, por el hecho de ser mujeres, se agravan si tiene una discapacidad”, asegura Ali, y es que en Plena Inclusión han tratado con bastantes mujeres que han sufrido violencia de género, a las que ayudan a través del acompañamiento, asesoramiento jurídico o apoyo psicológico. “Es muy importante que estén acompañadas y darles herramientas, sobre todo escucharlas, es fundamental”.
A nivel local, Ali considera que debería haber más pisos de acogida. “Aquí en Ceuta no hay muchos y por desgracia hay muchas mujeres que lo necesitan y no encuentran esa acogida”, relata. Y también “dar más herramientas y recursos, sobre todo para mujeres con discapacidad”.
También es importante “trabajar en la formación y sensibilización para que sea más visible esta realidad. Entre todos intentar sensibilizar a la sociedad y poco a poco ir avanzando. Empezando desde cero, en la edad más temprana”.
El mensaje final: no están solas. Pueden pedir ayuda a familiares, amigos, y a Plena Inclusión. Es muy difícil, pero al final hay luz. Encarna es un ejemplo.