Los residentes del CETI de origen subsahariano, que iniciaron ayer una huelga de hambre, han dormido esta noche a la intemperie y continúan sin comer. Están dispuestos a seguir con su protesta hasta final pero aseguran que lo harán siempre «de forma pacífica» y con un único objetivo: que les dejen salir de Ceuta y continuar su periplo migratorio
Hoy, sábado 18 de diciembre, es el Día Internacional del Migrante. Un día en el que se recuerda, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que la “migración supone una expresión valiente de determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor”. En Ceuta, un grupo de jóvenes de origen subsahariano, muchos de los cuales llegaron durante la crisis del mes de mayo, están luchando por alcanzar esa vida mejor.
Han iniciado una huelga de hambre, llevan más de 24 horas sin comer, y han dormido en la calle, frente a las instalaciones del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Ahora, dicen que volverán a entrar para continuar con su ayuno de protesta, siempre «de forma pacífica», hasta el lunes. Lo que tienen claro es que no cesarán hasta que se atienda sus reivindicaciones: poder salir de Ceuta y continuar con el periplo migratorio.
Pese al frío y el levante de esta noche, estos migrantes aseguran que todo ha ido bien, y el compañero que ayer por la noche se desmayó durante la concentración y fue atendido por los servicios de emergencia «está mejor», encontrándose en la Enfermeria del centro donde están acogidos.
La mayoría de estas personas provienen de países como Mali, Camerón, Guinea Conakry o Senegal y han recorrido un largo viaje para llegar aquí. Algunos saltaron la valla y se jugaron la vida, como es el caso de Adolpho, que se rompió la pierna al hacerlo, otros lo han entrado hasta en varias ocasiones porque fueron devueltos en caliente, como le pasó a David durante los días 17 y 18 de mayo.
La gran mayoría son hombres, pero también hay mujeres como Aissata, que tiene un hijo de tres años con el que lleva en Ceuta siete meses. Tiene 26 años y huyó de su país, Mali, con 15 años después de que su padre la obligara a casarse de un hombre de 45 años, como segunda esposa, que la maltrataba. “Me negué a que me golpeara y mi madre me ayudó para que me fuera” relata enfadada, porque no aguanta más la espera para poder salir de Ceuta.
«Es una situación muy difícil, demasiado», declara Aissata resignada. Ella ha estado más tiempo esperando entrar en la conocida como ‘lista Baleària’, donde apuntan a todos los residentes del CETI que pueden salir a la península, porque estaba esperando los resultados de la prueba de ADN con su hijo, que finalmente ha dado positivo. Una vez confirmado que el pequeño es su hijo se pregunta por qué tiene que seguir esperando. «No aguantamos más, aquí no estamos bien, solo quiero ir a Madrid y poder trabajar para darle una vida mejor», implora esta madre.
Son muchas las historias de vida que se esconden tras los rostros de estas personas migrantes, y ellos mismos aseguran que «aquí hay personas han vivido un infierno en la tierra hasta llegar aquí».